Opinión

Rüdiger explota, Messi llora

En Alemania la derrota frente a Eslovaquia ha levantado una polvareda que no se recordaba en la ‘Mannschaft’.

Aritz Gabilondo (San Sebastián, 1980) es redactor jefe de fútbol internacional de AS. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, empezó su carrera en El País y desde 2002 trabaja en AS. Ha cubierto Mundiales, Eurocopas y Juegos Olímpicos para este diario. Es comentarista de fútbol internacional en Cadena Ser, Movistar+ y Mediaset.
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Nuevo lío. En Alemania la derrota frente a Eslovaquia ha levantado una polvareda que no se recordaba en la ‘Mannschaft’. En el ojo del huracán, Rüdiger. Sus errores sobre el césped tuvieron continuidad con una acalorada charla en el vestuario, gritos incluidos, con compañeros y técnicos. No es la primera vez que Antonio se ve envuelto en polémicas cuando defiende a su país. Hace un año, un gesto con el que daba la bienvenida al Ramadán le costó enormes disgustos, pues algún lumbreras lo relacionó con el ISIS. El asunto acabó en la Fiscalía. Hay un punto desagradable para los futbolistas cuando salen de sus clubes y llegan a sus selecciones. El contexto cambia. El ruido es otro. Los actos se miden con un fervor nacionalista que en el día a día de su equipo no existe.

Otro igual. A Mbappé le ocurrió también. Francia le mira desde siempre con recelo y dudas, a pesar de ganar un Mundial y haber acercado mucho la posibilidad de un segundo. Ya se sabe: chico que procede de la banlieue y alcanza fugazmente el éxito no es idolatrado, sino envidiado. Los líos internos con la capitanía y una serie de convocatorias recientes a las que decidió no acudir airearon aún más ese desencuentro entre Kylian y sus conciudadanos. Ahora que las aguas se calman en torno a él en el Madrid, ahora que marca goles y más goles, vuelven los nubarrones que siempre le acompañan en Francia. Maldita gana.

Lágrimas. Sirvan estos dos ejemplos para enfatizar lo que ocurrió con Messi en su último partido oficial en Argentina, el jueves de madrugada. Ahora poca gente se acuerda, pero Leo fue otro perseguido, una víctima más del ejército de patriotas de pacotilla en el que a veces se convierte el fútbol de selecciones. Al mejor jugador de la historia se le tildó de pechofrío, se le acusó de no cantar el himno, de no sentir aquel país en el que nació pero no se formó. Aguantó carros y carretas hasta regalarles otro Mundial, su Mundial, construido sobre tres finales perdidas y una maleta de críticas. Verle llorar en casa, en su adiós, tras un partido sublime, rescata la pregunta: ¿mereció la pena, Leo? Seguramente sí. He ahí la cruda realidad.

Hoy descubrimos a... Harold Osorio (2003). Lejos de los focos del gran fútbol se jugó un Guatemala-El Salvador dramático en Centroamérica. Lo decidió en un córner este talentoso número 10 del conjunto salvadoreño. Ya ha debutado en la MLS con Chicago Fire y promete mucho. La Selecta sueña con el Mundial.

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