Rodrygo y Camavinga desnudan al Barça

La Copa, ese torneo con el que el Madrid mantiene una relación tan distante, acabó por aclarar la diferencia actual entre el equipo blanco y el Barcelona. El primero se crece en las malas, el segundo se cae ante cualquier contratiempo. Por ahí se entiende el discurso de prudencia que articuló Xavi en la previa, sabedor que la ventaja de la ida no significaba nada. Ni la buena primera parte del Barça le sirvió, al pasar del 1-0 al 0-1 en una jugada que transformó por completo el decorado. A partir de ese momento, el Madrid olió sangre, recordó las debilidades de su rival y le machacó sin piedad. Antes le tocó resistir a él, pese a los augurios iniciales que otorgaban ese papel al Barça. Tuvo muchos problemas para sujetar las incorporaciones de Balde por la izquierda, las apariciones de Kessié entre líneas y los apoyos de Lewandowski. El Barça movió bien de lado a lado, pero nunca decidió del todo bien. Sobre todo Raphinha, engullido por las piernas rápidas de Camavinga, un muro en el uno contra uno. Como lateral izquierdo, el francés fue un elemento diferencial que permitió al Madrid sobrevivir en situaciones delicadas. Hizo buenas coberturas en el área, cortó centros desde el otro perfil y neutralizó por completo a Raphinha. Frente a un Barça tan diezmado por las bajas, el Madrid no debía perder los duelos individuales.

En ataque fue Rodrygo el que activó la remontada. Ancelotti acertó de pleno con su alineación y el brasileño se convirtió en una pieza indetectable tanto por dentro como por fuera. Su influencia fue aplastante incluso sin entrar en contacto con el balón. Sus desmarques de arrastre liberaron a Vinicius y Benzema y afilaron la ofensiva blanca. Se vio en la jugada del 0-1, donde se impuso a un Marcos Alonso terrible. Desde ese instante, el regalo del gol al filo del descanso alcanzó propiedades terapéuticas para el Madrid y aflojó al Barcelona. No hubo ni rastro de las buenas maneras que había exhibido el bloque de Xavi. Entonces Modric empezó su dictadura con y sin balón, Vinicius desarboló esta vez sí a Araújo y Benzema espoleó su vena goleadora ante un Barcelona que dimitió como tantas veces pasó en Europa. Koundé queda señalado. Los errores individuales de Marcos Alonso, Sergi Roberto y Kessié resultaron imperdonables, pero todavía lo fue más su posterior indolencia a cada sacudida recibida. Todo lo que vino después del 0-3 coqueteó con el desastre ante un Madrid crecido que constató la distancia que existe hoy en día con su enemigo deportivo número uno. En contextos límite, es imparable. El Barça, en cambio, va de siniestro en siniestro.

Puerta abierta

Marcos Alonso se equivoca al salir tan lejos de su zona en el 0-1. Cuando un central toma esa decisión, tiene que tener claro que va a cortar el balón o poder hacer falta. Ninguna de las dos cosas hizo ante Rodrygo. Marcos Alonso no es Christensen.

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