Reflexiones del fútbol de verano

Apenas pasado el ecuador de agosto, comienzan la mayoría de los campeonatos de liga importantes en Europa. El ambiente es aún vacacional y el termómetro luce en rojo. Sumen a eso que los jugadores sufren un calendario sobrecargado y tendremos la tormenta perfecta para que los primeros encuentros de los campeonatos sean en la mayoría de los casos bastante flojos. Empezar bien siempre es bueno, pero, aunque no creo que haya ningún entrenador que celebre la propia derrota en estas primeras jornadas, sí es cierto que escuece un poco menos. Las razones: 1) que el rumbo se puede corregir, faltaría más, a estas alturas y que mejor perder ahora que en la última jornada con todo en juego; 2) que una primera derrota a las primeras de cambio enciende alarmas que hacen que la plantilla se ponga las pilas y 3) que las derrotas al comienzo del campeonato pueden ser usadas como arma negociadora con los dirigentes del club para conseguir esos nuevos fichajes que no han llegado.

Tiene algo de antinatural, convendrán conmigo, que el mercado esté abierto cuando ya ha comenzado el campeonato. En el caso español esta brecha dura dos largas semanas. Jugadores que destacan en los primeros partidos y que ilusionan a la afición propia cambiarán de colores. Clubes que palmen dos partidos consecutivos tirarán de talonario para apuntalar el plantel desmantelando otros que han hecho bien las cosas. Alguna estrella dejará La Liga para marchar a las islas fastidiando la colección de cromos que los pequeños ya han comenzado, cuando no la portada del álbum.

Por lo que leo en redes y comenta mi entorno, parece que el aficionado prefiere que el campeonato comience más tarde. El fútbol es algo inscrito en la rutina, no casa bien con las vacaciones. Qué extraño es ver el partido de tu equipo, jugado en ese estadio al que vas cada quince días y al que llamas casa, en la pequeña pantalla de un chiringuito de playa. Más que disfrutarlo, ese partido inaugural te recuerda que el verano termina y pronto vendrá la cuesta arriba de septiembre, la vida, esa de la que descansas un poco cuando vas a la grada.

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