Rafaela

Durante una Asamblea General de Socios del Real Betis, allá por 1974, una mujer pidió la palabra y preguntó a los asistentes cómo era posible que las féminas verdiblancas no tuvieran los mismos derechos que los hombres: “¿Qué es más importante: el machismo o el beticismo?”. Con aquella soflama, Rafaela Majó Peñuela (1925-2014) consiguió salir de allí convertida en “socio numerario”, un rango vedado a las de su sexo hasta ese día. Cuentan que mucho tuvo que ver la indignación compartida de otras señoras consortes presentes.

La nieta de Rafaela, Inés Cortés, dice que su abuela siempre le ha inspirado. Levantó la voz en un terreno -el fútbol- que para algunos servía de último refugio del machismo tardofranquista. En casa no podía rechistar, pero, llevada por la emoción futbolera, se olvidaba de los roles tradicionales y expresaba lo que sentía sin tapujos cuando se trataba de su Betis. Tuvo que utilizar un pseudónimo -Encarnación Vert- para publicar en revistas o presentarse a concursos literarios. Su biografía es singular, pero, al mismo tiempo, constituye la historia de tantas mujeres.

Su nieta es socia del Betis, como muchas otras miles en otros clubes. Falta que también se hagan oír en los Consejos de Administración. Ahora que se acerca la primavera, en Sevilla resurgen con fuerza los debates sobre si ellas pueden o no participar en ciertos papeles en las cofradías de Semana Santa: como costaleras, por ejemplo. Conviene no olvidar que, hace no pocos años, algunos ascendientes de los que ahora defienden ciertos vetos probablemente también pusieron el grito en el cielo porque Rafaela Majó tuviera la osadía de tomar la palabra y enfrentarse a los varones de aquella asamblea.

Para reconocer su figura, el Betis ha creado un premio con su nombre, que ha recaído en Concha Yoldi en su primera edición. Por mi parte, y aprovechando que el alcalde y el concejal de urbanismo de mi pueblo son del Betis, voy a proponer al ayuntamiento que reconozca a esta mujer con una calle, al igual que la tienen Victoria Kemp, Clara Campoamor o Ana María Matute. Si fueran del Sevilla, no habría manera de conseguirlo. Como en todos los sitios, en mi pueblo hay cosas que cambian. Y otras que no lo harán jamás.

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