Pasaba por aquí

Perder, perder y perder

Para Roberto las constantes derrotas y empates son la certificación de que nada cambia

Miguel Tona
Actualizado a

Hace unos cuantos lunes me encontré a mi buen amigo Roberto en la calle. Caminaba cabizbajo, la mirada en el suelo, con la postura de quien ha extraviado una moneda. Contestó a mi buenos días con intrigante media sonrisa. “Lo serán para ti”, respondió levantando los ojos lentamente. No necesité indagar mucho en las razones de su abatimiento. Eran cinco. El día anterior su equipo había vuelto a caer, esta vez por una manita. Intenté animarlo con esas frases hechas para levantar la moral a las que todos recurrimos alguna vez en la vida: que si habrá revancha, que si hay que ir partido a partido, que si no se pierde siempre. Él dejó escapar una carcajada y parafraseó a la inversa a Luis Aragonés diciendo que para él el fútbol es perder, perder y perder.

Caminamos juntos un rato. Se explayó. Dijo que no se circunscribía al equipo del que es hincha, sino que tenía la sensación de que siempre palmaban aquellos a los que mostraba simpatía. Le sucedía con el equipo de infantiles de su hijo, con aquellos de la liga con los que simpatizaba aun de lejos. Incluso en los partidos que le eran ajenos, cuando se decidía por uno u otro plantel, este comenzaba a encajar goles sin remedio. Miró a los lados como quien sospecha que le siguen, y susurró: “Creo que soy gafe”.

Ay, el bueno de Roberto. Yo me reí. Era lunes. Lunes de otoño. La vida siempre es una mierda en los días laborales y fríos. Intenté quitarle hierro a la cosa y darle una perspectiva distinta. Le expliqué que en realidad es por cómo ve el mundo. Roberto siempre irá con los débiles. Es un idealista. Un buen tipo. Alguien con la esperanza de que un día acontezca la revancha de los parias del mundo.

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Hay a quien las constantes victorias de su club le hacen más llevaderos los lunes. Para Roberto, y muchos otros, las constantes derrotas y empates son la certificación de que nada cambia, que la inercia de la realidad es gris y opaca. Sus equipos (casi) siempre pierden. Pero cuando ganan, eso sí, eh, Roberto. Qué alegría. Porque entonces el mundo, por un instante, parece justo.

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