Óliver Torres y Mingueza maduran sus papeles

Actor principal

Durante un tiempo, existía una verdadera desproporción entre la apariencia y la eficacia del fútbol de Óliver Torres. Imaginaba grandes cosas, pero se echaba en falta cierta consistencia en su toma de decisiones. Ahora, en cambio, a sus 29 años, se ha convertido en un jugador de mayor empaque. En un momento tan delicado como en el que está el Sevilla, no es fácil jugar la clase de partido que interpretó él ante el Getafe. Se movió por todos los lados partiendo desde la derecha, juntó al equipo al acercarse siempre a la pelota (65 toques), se aplicó con alma y sudor en las tareas de recuperación (siete duelos ganados de ocho) y acabó con una asistencia preciada a Rafa Mir. En tono mayor, Óliver acrecentó la impresión de estar en un punto de maduración propicio para ayudar al Sevilla a salir del agujero en el que está metido.

El descorche

En el Elche-Celta se vio el provecho que ha sacado Mingueza (23 años) al sistema de Carvalhal. Los tres centrales en fase defensiva y la libertad para incorporarse y dividir hacia zonas medias le han dado un hábitat idóneo para expresar lo mejor de sí mismo. Mingueza se comprometió en ser el primer creador celtiña en el Martínez Valero. Es, por eso, que fue el futbolista que más pases completó (41) y el que más ocasiones construyó (3) para su equipo en acciones muy distintas. En la primera mandó un balón al espacio para Veiga, después rompió en conducción para dejar la oportunidad a Paciencia y terminó con un buen servicio entre líneas para Aspas. Mingueza elaboró siempre con juicio. Se abrió en la salida, tuvo arrestos para conducir cuando tocaba y conectó bien con Gabri Veiga y Aspas, los principales motores ofensivos del Celta. Ante un Elche que fue lo que dice la clasificación, Mingueza convalidó sus últimas actuaciones interesantes en este rol.

Gobernar sin balón

En el fútbol solo a veces las cosas son lo que parecen. Si uno atiende a la lista de remates (11), saques de esquina (13) o posesión de balón (74%), pensaría que el Valencia dominó pese a perder contra el Cádiz. Nada más lejos de la realidad. Se jugó a lo que quiso el equipo de Sergio, lanzado por el gol de Alcaraz y entero durante todo el encuentro para sostener con la máxima robustez las acometidas locales. El estrechísimo bloque bajo amarillo abocó al Valencia a centrar una y mil veces, como demuestra la cifra de 46 envíos laterales, su récord desde 2016. Era lo que quería el Cádiz, que salvaguardó su área con una pareja de centrales infalibles. Entre Fali y Luis Hernández sumaron 25 despejes para dar una victoria de mérito a los gaditanos.

Triple argumento

Que la Real empequeñece a casi todo adversario al que se enfrenta no da para excesivo debate. Es un hecho incuestionable. Pero que no permitiera al Almería no firmar un toque en el área de Remiro durante todo el primero tiempo, pese a que Rubi alineara a tres jugadores de larga carrera como Ramazani, Luis Suárez y El Bilal para desahogarse en las transiciones, evidencia que es un equipo que controla todos los géneros. Se adueñó del balón, equilibró en las vigilancias y dio la estocada con su profundidad en espacios cortos al iniciarse la segunda parte. La medida perfecta de lo que es esta Real.

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