No es hora de Pilatos en el desafío de Vinicius
El Real Madrid no ha reprochado al brasileño su impresentable conducta.
Vinicius emitió ayer un comunicado que sólo se explica como una declaración de guerra a Xabi Alonso. Sus disculpas no sólo llegan mal y tarde, sino que están cargadas de malicia. Apela a la fácil posición de madridista llevado por la emotividad para justificar su desafío al entrenador. Convirtió la victoria sobre el Barça, ganador de los cuatro anteriores partidos, en un asunto menor. Vinicius saboteó el éxito del Real Madrid en el campo y ahora lo hace fuera.
En su afligido mensaje pide perdón al presidente, al club, al equipo y al madridismo, pero deliberadamente evita disculparse ante el entrenador, el primero con el que debió excusarse. El segundo era Rodrygo, su sustituto. Es un caso de mala baba que desestabiliza la posición de Xabi Alonso, agravada por la respuesta del club, que prefiere ejercer de Pilatos en el caso.
No ha reprochado a Vinicius su impresentable conducta y traslada al entrenador la gestión total de un caso que pesará una tonelada en el ambiente. Todo esto ocurre en un momento dichoso del Real Madrid, ganador en 12 de los 13 partidos que ha disputado, recorrido que se corresponde con la divisa del club: ganar es lo único importante. Sin embargo, Vinicius no es un futbolista al uso en el Madrid. Sabe que tiene un poder que va más lejos de su categoría de estrella. Tiene razones para creerlo.
No se recuerda un futbolista tan consentido. Cuando hace un año el Madrid se negó a viajar a París y recibir un premio que honraba al equipo, ganador de la Copa de Europa, y al técnico que lo dirigió, Carlo Ancelotti, el argumento fue pueril: no vamos porque Vinicius no ha ganado el Balón de Oro. No hay noticias de un caso parecido en la historia del Real Madrid y en las 68 ediciones del galardón más popular del fútbol mundial. En aquella edición, cuatro de sus jugadores figuraban entre los seis primeros: Vinicius, Bellingham, Carvajal y Mbappé, cifra nunca vista en el historial del Balón de Oro. Aquella noche, el Real Madrid desapareció de escena. Lo aprovechó el Barça para sacar pecho en la multitud de pedreas de la gala.
El desafío de Vinicius es evidente, como lo fueron las malas caras de algunos veteranos después de la derrota en el derbi madrileño. Se vieron gestos de fastidio (Bellingham se llevó la palma), declaraciones inapropiadas (sorprendente la del capitán Valverde) y la previa de Vinicius a su reciente astracanada. Frente al Kairat fue sustituido en el segundo tiempo y no escondió su irritación.
Dio la impresión de que todas aquellas escenas pretendían medir al nuevo entrenador. Vinicius ha ido más lejos todavía. Al no citarle en sus tardías disculpas, su comunicado pretende aislar a Xabi Alonso, que es nuevo en el banquillo, pero no es un personaje cualquiera. Fue un extraordinario jugador (puede presumir de un palmarés que Vinicius no tiene ni de lejos), mereció un enorme respeto del madridismo (su lección de compañerismo y vinculación al Madrid en la final de Lisboa, que no pudo disputar por acumulación de tarjetas, fue tan auténtica como lamentable la chapuza del brasileño) y sus cuatro años de trayectoria como entrenador están presididos por el éxito, incluida una de las hazañas más imprevistas en el fútbol: arrasar al Bayern y ganar el doblete en Alemania.
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El desafío de Vinicius es público y está lanzado. Más que a Xabi Alonso, es al club al que le toca administrar un asunto que el jugador se empeña en retorcer. Oficiar de Pilatos en un asunto tan clamoroso significa apoyar al consentido y alejarse del agraviado.
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