No diga Chelsea, diga delirio chapucero

Ahora que el fútbol es una industria, resulta tan interesante el análisis del rendimiento de los empresarios como el de los futbolistas. Por el Bernabéu pasó el Chelsea, equipo caro en la época de Abramovich y carísimo desde que lo compró el estadounidense Todd Boehly, al frente de un consorcio de ricachones. Lo dirige Frank Lampard, recientemente destituido en el Everton. Sustituye a Graham Potter, que sucedió a Thomas Tuchel. Tres en una temporada, si la cuenta no se detiene. En el campo, un chorro de millones gastados en jugadores definidos por su sobreprecio, el sueño de agentes y merodeadores del fútbol. En el banco, lo mismo, incluido un chaval ucraniano (Mudryk) por el que se han pagado 100 millones de euros. Podría ser un excelente jugador en un buen club, no en este Chelsea manirroto que anega el fútbol con billetes, pero es una desgracia en el césped.

El Madrid se ha enfrentado con el Chelsea en las tres últimas ediciones. Salió eliminado de la primera, con Zidane al frente del equipo y Abramovich de baranda en el club londinense. Fue la inolvidable eliminatoria que situó a Vinicius en el punto más bajo de su incipiente carrera. En Stamford Bridge jugó de carrilero derecho. Quedó clara la opinión que le merecía a Zidane. Se pensó que la carrera del brasileño en el Madrid llegaba a su fin. Dos años después, Vinicius se postula sin complejos al Balón de Oro.

Aquel Chelsea tenía un propósito como club y como equipo. Algunos de sus mejores futbolistas se mantienen en el equipo. Kai Havertz es uno. Mason Mount es otro. Daba lástima verlos el miércoles en el banco. Su sitio estaba ocupado por un tipo de jugador que rinde más en los periódicos que en el campo. Sterling es uno. João Félix, otro. Quedó retratado en la temerosa carrera que abrió partido. Le temblaron las piernas y el alma. En cuanto a Enzo, se le puede conceder el beneficio de la duda. En el Mundial cumplió con su papel, cotizado en 120 millones de euros por los americanos. Cinco meses antes le fichó el Benfica por cuatro duros.

Otro jugador caro es Wesley Fofana, uno de los esos centrales por los que se paga una fortuna sin ningún motivo. Dicen que el Leicester recibió 80 millones por el traspaso. Vinicius le hizo un traje a Fofana. En realidad, el infernal extremo brasileño se ha convertido en el patrón oro del fútbol. Mide el precio de sus marcadores uno a uno. Muy pocos le resisten. Araújo en ocasiones. Foyth, de vez en cuando. Fofana, que se las vio con Vinicius más que Reece James, se depreció una barbaridad en el Bernabéu.

El Madrid conoce secretos del negocio que los nuevos dueños del Chelsea ni se imaginan. Gasta dinero, por supuesto, generalmente lo invierte muy bien. Como vendedor es inigualable. No hay club en el mundo que venda mejor. Tres ejemplos: Cristiano Ronaldo, Varane y Casemiro (230 millones). En cuanto a Odegaard, estaba más hecho para el Arsenal que para el Madrid. En cualquier caso, cobró 40 millones por el noruego.

En la alineación del Madrid, un equipo que ha ganado cuatro Copas de Europa en los últimos siete años, figuraban Carvajal (6,5 millones de euros), Alaba (llegó libre), Modric (35 millones), Kroos (25 millones), Valverde (cantera) y Benzema (35 millones), además de un magnífico puñado de jóvenes: Rodrygo (40 millones), Vinicius (45), Camavinga (35), Militao (50). Y alguien más: el impagable Courtois (31 millones). Del segundo gol contra el Chelsea se encargó Marco Asensio (unos cinco millones de euros).

El Madrid invierte con ojo clínico. Comete errores porque el fútbol no es una ciencia exacta, pero se equivoca menos que nadie. O al revés, dispara en el mercado con una precisión de francotirador. A estas alturas, se sabe que Benzema, Modric, Kroos y Courtois son leyendas andantes del Real Madrid. Vinicius ya tiene medio pie entre los jugadores inolvidables. Todos ellos, maravillosos jugadores, están tan impregnados de talento como sentido de pertenencia, la que el Real Madrid transfiere a sus futbolistas desde tiempo inmemorial. De todo eso, este Chelsea y sus dueños no tienen ni idea.

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