No despega, traquetea
Dos penaltis aliviaron el trago del Madrid en Anoeta. No acaba de despegar, traquetea en los partidos y tiene al personal confundido. Es pronto y la Liga, larga, de manera que el equipo se encuentra en la fase ‘esto es lo que hay’, menos de lo esperado desde luego, con todos los asteriscos que se quieran: fatiga después de una temporada tan exitosa como interminable, goteo de lesiones (Bellingham, Tchouameni), quejas de Rodrygo, versión terrenal de Vinicius y la nostalgia de Kroos que no se disipa. Más trabas de las previstas en un campeonato que etiquetaba al Real Madrid como favorito unánime.
Ninguna línea funcionó bien frente a la Real. La defensa permitió remates fáciles, tres a los palos, el medio campo fue débil en la construcción y frágil en la contención, los delanteros se buscaron poco, así que Mbappé se sintió obligado a empezar y acabar la mayoría de las jugadas. Brahim, que empezó con la excitación que le caracteriza, se lesionó, aguantó en el campo más de lo conveniente y salió lesionado. Parece que permanecerá cerca de tres meses de baja.
Le sustituyó Rodrygo, que tiene el aire ausente de los melancólicos. Se siente gran jugador y probablemente lo es, pero pasan los años y no progresa en la escala jerárquica. Lo quiera o no, es el eslabón débil de las estrellas en la delantera, integrada por tres jugadores ahora y por dos cualquier día de estos.
El Madrid no acaba de encontrar el ritmo y el orden que necesita. Ancelotti prueba nuevas variaciones de la línea media, integrada en San Sebastián por Valverde, Modric y Güler. Veremos este reparto poco o nada en este curso. Repartieron más los papeles y fueron rebasados con frecuencia por sus pares en la Real Sociedad, especialmente por Sucic, un serbio espigado y zancada larga, que alcanzó el área con una frecuencia inaudita. Estrelló dos tiros en los palos, imposibles de alcanzar por Courtois, que no entendía nada de lo que estaba pasando.
Al Madrid le salvaron los palos y los penaltis que cometieron Sergio Gómez y Aramburu. Una salvación en el momento más propicio, porque el partido se había convertido en un hueso, uno más entre los que el Real Madrid ha jugado fuera del Bernabéu en el principio de la temporada. Sigue sin espabilarse, pero ha conseguido dos victorias consecutivas y no ha permitido que el Barça amplíe la brecha.
Es un Madrid desconcertante que se prepara para el ingreso en una nueva versión de la Liga de Campeones, territorio que, por raro que suene, le resulta más cómodo que el de la Liga española. Se enfrentará al Stuttgart, equipo que históricamente no conoce el término medio. Es cíclico por naturaleza: a ratos se codea con los líderes y de repente entra en depresiones de largo recorrido. Dicen que su versión actual es más que interesante y que su entrenador, Sebastian Hoeness, hijo de Dieter y sobrino de Uli, está llamado a grandes desafíos.
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