Modric los deja en evidencia
Hablar de Luka es como hablar de uno más de la familia. El madridismo le quiere como si fuese un hermano o un padre. O un hijo, para los que ya estamos en una edad provecta. El croata aterrizó en 2012 casi como si fuese un polizón (algunos se atrevieron a burlarse de su fichaje al otro lado del Puente Aéreo), pero 12 años después es sin duda uno de los jugadores más queridos y admirados del Bernabéu. Modric ha sido capaz de aunar su talento indiscutible a un sentido del compromiso con este escudo que resulta conmovedor. Los hombres de poca fe me querían convencer el pasado verano de que el genio de Zadar se equivocaba por quedarse otro año y que a sus 39 tacos era un error insistir en no aceptar su declive. Con todo el respeto, no tienen ni idea.
Modric es ahora mismo el centrocampista del Madrid con más criterio en la salida de balón, en la lectura del partido, en marcar los tempos para obligar al rival a correr detrás del balón y no al revés. Luka lleva un plan físico, en Valdebebas y en sus horas libres, que le permite tener un control de su cuerpo sin que le pese en absoluto el paso de los años. De hecho, en los parones del cargadísimo calendario FIFA sigue jugando con Croacia a pleno rendimiento sin visitar el banquillo un solo minuto. Se ha empeñado en despedirse de los ajedrezados en el Mundial de Estados Unidos, México y Canadá. Y seguro que lo conseguirá. Sus piernas y su fuerza mental son sus mejores aliados.
Por eso, aconsejo a los empeñados en buscarle el plan de jubilaciones que no pierdan más el tiempo. Si todo va bien, no descarten que todavía firme una última temporada de blanco, lo que le permitirá irse con alguna Champions más (¡su Séptima!). Es un ganador y mantiene la ilusión de un juvenil. Modric es oro molido. Respetémosle y disfrutemos de su last dance...
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