Luis Enrique baila al Barça
Se puede, se debe, entrar en más detalles, pero de salida está bien decir que Luis Enrique bailó este miércoles al Barça en el Lluís Companys. Hace dos años fue con Xavi en el banquillo de al lado. Ahora, contra el celebrado Flick, al que también borró del mapa en cuanto supo descifrar las claves del partido. Algo anestesiado al inicio, como melancólico por las tremendas ausencias que traía, el PSG parecía querer huir de Montjuïc. Pero estaba engañando a todos. Poco a poco regresó al partido hasta que se apoderó de él. Desde lo alto de la montaña mágica, se divisó un equipo gigantesco y otro que, quién lo iba a decir, sembró dudas por primera vez en meses.
Lo del PSG fue espectacular. Luis Enrique le fundió los plomos a Lamine y Pedri y fue ocupando, baldosa a baldosa, toda la superficie del campo con sus peones. Flick tardó en hacer cambios, porque en el Barça también terminaron por pesar las bajas. Pero donde Luis Enrique tuvo respuestas, el alemán careció de ellas. Fue una demostración física y táctica que terminó como era justo.
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El 1-2 premia al mejor equipo del mundo. O, mejor, al entrenador más brillante del mundo. No se puede decir otra cosa de alguien que es capaz de hacer olvidar a Dembélé, Doué y Kvaratskhelia. O, si nos vamos más atrás, a Messi, Meymar y Mbappé. Aquel equipo de vedettes es hoy un paradigma de fútbol moderno. En la noche del miércoles al Barça y a sus estrellas le dieron una cura de humildad.
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