Los mil y un millones
Uno de los cuentos más célebres recogidos en Las mil y una noches versa sobre la inevitabilidad del destino. Lo conocen de sobra, es esa historia de un criado que se encuentra con La Muerte en el mercado de Bagdad y ésta lanza una mirada extraña. Sintiéndose amenazado, al volver a palacio el criado pide a su amo que le ceda el caballo más veloz, pues quiere huir lo más lejos de la ciudad, nada menos que hasta la remota Ispahán. El amo accede y después es él quien se encuentra con la dama de negro. “¿Por qué has amenazado a mi criado?”, le pregunta. A lo que La Muerte responde: “¿Amenazado? No, mi gesto no ha sido de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido ver a tu criado aquí, tan lejos de su destino, porque esta noche debo llevármelo en Ispahán”.
La moraleja no es solo que el destino sea inevitable, sino que a veces nuestros esfuerzos por sortearlo nos conducen precisamente a cumplirlo. ¿Es libre el ser humano? La respuesta a esta pregunta excede con mucho la extensión de esta columna y la capacidad de entendimiento de quien la escribe. Pero si la circunscribimos exclusivamente al plano laboral, podemos dar una respuesta parcial: en ese sentido, convendremos que es más libre quien tiene menos ataduras económicas. Pervirtiendo la célebre frase de Mandela, tan habitual en los manuales de coaching y los tatuajes de gimnasio, podemos decir que ser dueño de tu destino y capitán de tu alma suele ser un privilegio exclusivo de los ricos.
Pero he aquí la paradoja: resulta que quién más tiene, más atado parece estar al vicio de acumular. ¿Solo a mí me sorprende y desasosiega la tendencia de los muchimillonarios futbolistas a dejarse seducir precisamente por aquello que les sobra, el dinero? Teniendo asegurada una vida lujosa para varias generaciones de sus descendientes y pudiendo decidir qué hacer con los dos o tres últimos años de su carrera deportiva (ese tiempo que nunca volverá, eso que no se puede comprar), ¿por qué terminan siempre allá donde más pagan? ¿O es que quizá no pueden las estrellas del fútbol elegir y son como el criado de Bagdad, que creyendo decidir no hacen sino cumplir con el destino que otros han trazado para ellos? Dicho de otra manera: ¿son realmente libres los futbolistas que quedan libres? Quién sabe.