Los cruces diabólicos castigan a España

La vez que la Selección masculina de baloncesto estuvo más cerca del oro olímpico no fue en la fantástica final de Pekín 2008 frente al Dream Team. Ni tampoco en la reedición de ese partido en Londres 2012. Ni mucho menos en el bronce de Río 2016. La vez que estuvo más al alcance, aunque escueza recordarlo, fue en Atenas 2004. En aquellos Juegos, los primeros para un emergente Pau Gasol y su deslumbrante generación, España superó la fase inicial, en un grupo de seis equipos, con un sobresaliente pleno de cinco victorias, entre ellas sobre los dos países que luego pelearían por el oro: Argentina e Italia. En el otro grupo, sin embargo, hubo un gigante que no hizo los deberes, que se enredó con dos derrotas ante Puerto Rico y Lituania, para terminar en una cuarta posición indigna para su palmarés. Me refiero, obviamente, a Estados Unidos. La Selección de Mario Pesquera se topó así con un cruce diabólico que acabó en pesadilla. Stephon Marbury tuvo un día de inspiración con 31 puntos, 18 de ellos en triples, y condenó a España a un diploma que no reflejaba su verdadero potencial.

Rescato este precedente de un equipo histórico porque en la jornada de este miércoles vivimos dos casos similares, los de dos Selecciones que han destacado en la primera fase, con sendos plenos de victorias, para tropezar después en cuartos con dos cocos que no habían brillado en sus grupos. La femenina de baloncesto fue arrollada por Bélgica, la actual campeona de Europa, que venía de ser tercera en su grupo tras perder ante Estados Unidos, previsible, y ante Alemania, no tanto. El cruce vino condicionado por un sorteo, establecido así para evitar ‘biscottos’, y que teóricamente favorecía a las mejores de la primera ronda. Obviamente, no fue así. El caso de la masculina de waterpolo resultó incluso más doloroso, porque estamos ante un equipo que no se bajaba de las semifinales internacionales desde 2018 y que este mismo año había sido campeona continental y bronce mundial. Su rival, Croacia, perdió en la última jornada de grupos ante Estados Unidos, para entrometerse inesperadamente en el camino de los pupilos de David Martín, que habían venido a París, como mínimo, a superar el amargo cuarto puesto de Tokio 2020. Más amargo aún ha sido este resbalón en cuartos, como muestran las lágrimas de un ilustre, Felipe Perrone. Los cruces diabólicos no tienen piedad.

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