Lo inesperado, lo absurdo
Aveces los más grandes son derribados de la manera más inesperada y absurda posible. El televisivo australiano Steve Irwin, tras una vida entera cazando los más fieros cocodrilos del mundo, fue víctima del coletazo letal de un pez raya cuando se encontraba buceando. El temido Omar en The Wire, siempre al filo de la navaja entre las bandas más peligrosas de Baltimore, era disparado por un niño del barrio mientras compraba cigarrillos en la tienda de la esquina. A Houdini, ilusionista, rey del escapismo y a quien no se le resistía ningún cerrojo, lo mató una apendicitis derivada de un puñetazo que le dio un joven del público como parte de su show.
Este Real Madrid, titán de Europa, equipo capaz de reinventarse con éxito una y otra vez y de sobrevivir a las marchas más dolorosas, el club de las remontadas imposibles, resulta que ha encontrado su mayor crisis de juego y de filosofía con la llegada de Mbappé. Como Diana Poitiers, que murió envenenada por tomar demasiadas pequeñas cantidades de oro con el propósito de mantenerse joven.
Porque ahora mismo este Madrid es un muerto andante. Y se debe en gran parte a la llegada de Mbappé. Aunque suene absurdo decirlo, sería aún más estúpido negarlo. No quiere decir esto que el francés sea un fichaje malo, tóxico o fallido. Todo lo contrario. Pero es innegable que ha alterado por completo el delicado equilibrio del ecosistema blanco.
Es una suerte de efecto mariposa; de repente deja de haber en la jungla un tipo de escarabajo, toda la cadena trófica se descalabra y lo siguiente que sabemos es que los elefantes están en peligro de extinción. Algo parecido ha ocurrido en este Real Madrid casi sin darnos cuenta. Mbappé tiene que jugar de 9 porque en su puesto ya está Vinicius, entonces Bellingham pierde espacio, inicia su propia crisis existencial y para en seco de marcar goles, Tchouameni tiene que hacer de Kroos por no haber repuesto para el alemán pero no sabe cómo y entra en barrena, el prometedor Güler desaparece del mapa y ya nadie sabe ni de qué juega, Ancelotti empieza a comer chicles para aliviar la ansiedad y el equipo de pronto no es capaz ni de correr con un mínimo de sentido. Todo esto en apenas dos meses, tan solo con la introducción en el once de uno de los mejores jugadores del mundo. Lo que supuestamente era para hacer invencible un equipo ya campeón. Pero esto también es lo bonito, lo raro, lo imprevisible del fútbol.
La solución de este desaguisado no sé por dónde pasa. Pero el club ha de empezar a intentar corregir la receta como pueda o el bizcocho no es que ya no le vaya a salir bueno, es que estalla en el horno antes de diciembre y eso no te lo limpia ni el Señor Lobo con Travolta y Samuel L. Jackson.
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