Llorente, qué bueno que viniste

A veces el fútbol tiene historias así. Que un futbolista crecido bajo unos colores y llamado a triunfar con una camiseta de la que, además, tenía pedigrí, sobrino-nieto de Gento, lo hace con la del eterno rival. La historia de Marcos Llorente. Qué bueno qué viniste. Su derroche es apabullante. Cómo se derrama en cada partido. Cómo lo da todo. Cómo se adapta a jugar donde sea, aunque donde últimamente sea no es su posición ideal. No le gusta el carril diestro pero, en vez de convertirlo en un hoyo, como le ocurrió a Saúl, ha crecido desde él. Para hacerse emocionantemente imprescindible. Puede jugar en la banda, puede jugar de central o delantero y en todas sería titular. Ojalá Simeone tuviese cuatro Marcos Llorente en su equipo. Es el mejor futbolista en este inicio de Liga y lleva varios años en esa regularidad: hasta en los días grises destaca. Al menos siempre corre. Aunque ahora parta de tan atrás y la fatiga ahogue su zancada. El héroe de Anfield que se ha convertido en historia rojiblanca más allá de Liverpool sin necesidad de menosprecios a su pasado. No, no ha hecho falta. Con su rendimiento ha bastado.

Es encomiable, es emocionante, son él y diez más. Es el 14 a su espalda, dorsal que en el Atleti no es cualquiera. El que llevaban Gabi y el Cholo como jugador. Llorente siguiendo la otra vertiente de su pedigrí. El rojiblanco. El también equipo de su abuelo Grosso y su padre Paco. Ese al que no parecía destinado pero ya es leyenda.

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