La nova cançó y la vieja trova

Acabados los tiempos de opulencia, llega la austeridad como obligada receta de boticario. Estábamos a un paso del ataque de gota, esa enfermedad de los ricos que ingestaban carne de ciervo por encima de sus posibilidades. Algo similar nos ha ocurrido con la alegría gastadora de los últimos años. Quizás nuestras penurias ayuden a bajar ese colesterol manirroto que ha corrido por nuestras venas. De momento, ya se valora como un éxito ingresar 2′8 millones de euros en el último partido de Champions, una palanquita. Ahora se trata de contar los céntimos que antes se despreciaban. No ha habido crónica en la previa contra el Viktoria que no haya destacado ese logro. No nos jugábamos más. Es de suponer que los retornos vayan aumentando hasta la final de la UEFA, consuelo no menor viendo lo que le pasó al Atlético.

En tiempos de transición siempre asoman los cambios. Por ello, entre lesiones y rotaciones, Xavi ha hecho de la necesidad virtud para repartir oportunidades entre la nova cançó en busca de talento, con Pablo Torre en el papel de cantautor protesta. De la vieja trova, un veterano con tablas en muchos escenarios pero nuevo en esta plaza, Marcos Alonso, nos arrancó un añejo guiño de complicidad; aquel gol de su padre en Zaragoza sobre la bocina, cuando una Copa justificaba una temporada.

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