La continuidad de Cano en el Depor es insostenible

El Deportivo regresa de Linares con un nuevo rejón a la espalda, algo habitual en esta segunda vuelta cada vez que viaja. El problema y la diferencia es que la herida estaba ya tan abierta que ha sido un rejón de muerte, un adiós al ascenso directo ganado a pulso en un nefasto final de temporada. Elijan ustedes: tres victorias en los últimos once partidos, un triunfo fuera en toda la segunda vuelta, una nueva oportunidad perdida de acercarse a la cabeza tras los tropiezos de Alcorcón y Castilla… Un goteo de fracasos que ha terminado en profunda depresión después de ver como el Linares remontaba un 0-2 al descanso en 19 minutos. Sin duda, hubo errores defensivos. Sin duda, los jugadores tiemblan como un flan cada vez que reciben un golpe. Pero sin duda, el único camino que le queda al club es la destitución de Óscar Cano. No tanto porque el que llegue sea una garantía de éxito, sino porque si continúa el que está, el fracaso está garantizado.

La lista de motivos para cesar al técnico granadino han ido aumentando y aumentando jornada a jornada, y en diferentes frentes. Óscar Cano trabaja los partidos y los plantea con mucho acierto, casi tanto como el que le falta para leer después lo que ocurre en el campo. Su desconexión con la afición es evidente y los decibelios van a más cada vez que el equipo pisa Riazor. De los silbidos de unos cuantos se ha pasado al unánime ¡Cano, dimisión! Y este no es un aspecto menor, porque la gran fuerza del Deportivo son sus socios. Los más de 25.000 dementes que no saben de categorías, solo de amor y la entrega al blanquiazul. Un divorcio de esta magnitud con un playoff a vida o muerte a la vista no sería un tiro en el pie, sería tiro en la cabeza.

Uno incluso piensa que Óscar Cano, a lo mejor en el subconsciente, está deseando que lo echen. Sinceramente, es la única explicación que se me ocurre para lo sucedido con Trilli en Linarejos. Después de siete meses sin casi oler el césped, lo saca en el minuto 86 con el desastre ya consumado. ¿Por qué? ¿Para qué? Ninguneo es la palabra más suave que se me viene a la cabeza. No es nuevo y también es extensible a Yeremay. A la propia cantera en general. Con Lucas y Quiles en A Coruña, ni siquiera hubo un hueco en el autobús para Ochoa, o para un Diego Gómez que estuvo trabajando toda la semana con el primer equipo. De Mella, ya ni hablo. Quedan dos jornadas y destituir a un entrenador puede sonar a locura. A mí me suena a desesperación, a intentar algo para no dejarse llevar a una cuarta temporada en el inframundo de Primera RFEF. El equipo necesita un impulso y la bala a gastar no está muy lejos. Está en Abegondo. Se llaman Óscar Gilsanz o Manuel Pablo. O los dos, formando tándem para intentar una misión casi imposible. Dos técnicos que han triunfado esta temporada. Dos técnicos que conocen la casa. Dos técnicos que sabrían exprimir lo que puede dar la cantera, por poco que sea. Dos técnicos que sí saben lo que es el Depor.

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