João Félix y las buenas intenciones
“Lo que llamas amor fue inventado por tipos como yo para vender medias”, dice Don Draper en uno de los primeros capítulos de Mad Men. Comencemos por aclarar que Don es un pringado y, sin estar demasiado de acuerdo en eso de que el amor no existe –yo mismo estuve enamorado de Schuster, Guardiola, Figo, Ronaldinho, Iniesta, Xavi, Piqué, Busquets, Messi y la mismísima Betty Draper-, algo de cierto hay en que la buena publicidad tiene el poder de imponernos necesidades del todo innecesarias. Y sí, efectivamente: hablamos del Barça, los socios e hinchas del Barça y João Félix.
El portugués pertenece a una larga estirpe de caprichos veraniegos como aquellas pulseritas con chinitos de madera, las camisetas Smiley, las tablas de pádel surf, los portamonedas de plástico o los espetos de brócoli. João es guapo, joven, portugués -es decir, casi gallego-, no parece desgastado por un exceso de uso y en el club han encontrado una foto suya sentado sobre un balón que algún publicista ha corrido a comparar con aquella tan icónica de Johan Cruyff, lo que refuerza considerablemente nuestro nivel de esperanza: igual no mete ni un gol, pero siempre podremos confiar en que dentro de muchos años volverá al club para rescataros de la mediocridad. O de la tercera división, a poco que los foreros con avatar de Florentino y un FP de electrónica lleven razón sobre el Caso Negreira.
Nadie sabe muy bien qué tiene pensado hacer Xavi con João. Algunos lo ven jubilando a Lewandowski. Otros, como un látigo sobre la espalda de Ferrán o de Rafinha. Los más optimistas afirman que podría mejorar a Gavi y sustituir a Pedri en sus repetidas ausencias, que ya me parece a mí mucho afirmar, pero así funcionan la publicidad, el amor y el Barça. Tiene el portugués, en definitiva, el encanto de las cosas inútiles o, simplemente, de aquellas que no entendemos su fin ni su funcionamiento. Para eso están Xavi, su hermano, Deco, Laporta, Mendes, la inteligencia artificial, los publicistas, Esperanza Gracia, los tarotistas... O para eso, creo yo, deberían estar.
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