João Félix donde un día jugó Drogba...

El Bernabéu distingue entre buenos jugadores y jugadores excelsos: ese retrato se lo llevó para siempre Enzo Fernández. Y el Bernabéu desnuda a quien se viste de estrella cuando en realidad está a años luz de serlo. Para João Félix fue, de nuevo, dicho honor. Los dos fichajes galácticos de invierno del Chelsea naufragaron, quizá como imagen viva de un equipo que no es tal.

El otro refuerzo invernal, por el que pagó 100 millones, ni siquiera saltó al campo. Así se resume el paso moribundo por Madrid de un conjunto que hace dos años fue campeón de Europa y hoy está sumido en una mediocridad que asusta. El Madrid ganó desde el fútbol, desde el oficio y desde el talento.

Para cuando Lampard rompió la línea de tres centrales, la eliminatoria estaba tambaleando. El día que el nuevo técnico volvió al dibujo del anterior y pobló el centro de la zaga, el primer gol llegó con un pase filtrado entre el corazón de la defensa. Imperdonable. Con Thiago Silva recuperado y entre algodones, con Koulibaly cayendo en combate, con Badiashile ni siquiera inscrito en Champions por incluir cromos en vez de necesidades, el Chelsea defendió con una endeblez que nada tiene que ver con lo que ha sido este equipo siempre en Europa.

A eso hay que añadir una falta de mordiente preocupante. Un club que tuvo a Shevchenko y a Drogba, entre otros grandes nueves, tiene que ver cómo en su plantilla no hay uno solo de ese perfil ni, mucho menos, de ese nivel. Los millones del Chelsea sirven para comprar todo menos lo que de verdad cuenta, el fútbol. Nadie mejor que João Félix como ejemplo: cada vez más millonario, cada vez menos futbolista.

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