Infantino y Trump, la nueva “sociedad” del fútbol mundial

Es curiosa la figura de Gianni Infantino. El presidente de la FIFA que estableció su residencia en Qatar coincidiendo con el Mundial 2022 (el Mundial de la vergüenza en el que murieron miles de trabajadores migrantes e hizo evidente la discriminación de la comunidad lgbti) y que presume de amistad con el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman (a quien la CIA acusó de dar la orden de asesinar al periodista Jamal Khashoggi y uno de los más firmes practicantes del sportwashing moderno) aparece una y otra vez en las portadas al lado de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, formando la nueva “sociedad” del fútbol mundial.

Infantino estuvo en Egipto en octubre para asistir, como si fuera un alto mandatario más, al anuncio del plan de paz del presidente norteamericano para Gaza. Un acuerdo que intenta ocultar la realidad: el genocidio de Israel continúa imparable. E Infantino presidió ayer el sorteo que ha marcado el camino de las 48 selecciones que lucharán por el Mundial 2026 y allí entregó el premio FIFA de la Paz a su amigo Trump, una distinción destinada a reconocer el compromiso de aquellas personas que trabajan por un mundo unido y en paz. Es inconcebible que lo haya recibido el líder estadounidense porque, desde que asumió el cargo en enero pasado, ha mostrado un total desprecio hacia los derechos humanos. Su gobierno ha atacado iniciativas e instituciones estadounidenses e internacionales que se crearon para hacer de nuestro mundo un lugar más seguro y más justo. Su ataque sin cuartel a los conceptos mismos de multilateralismo, asilo, justicia racial y de género, salud global y acción climática necesaria para salvar vidas está agravando el considerable daño que ya han sufrido esos principios e instituciones, y anima aún más a otros dirigentes y movimientos contrarios al reconocimiento de derechos a unirse a su embestida.

Pero volvamos al Mundial, que se jugará en México, Estados Unidos y Canadá, aunque parezca que solo tendrá lugar en Estados Unidos. Por primera vez, y eso es un gol que podemos anotarnos en Amnistía Internacional, se han incorporado criterios de derechos humanos en el proceso de candidatura. Sin embargo, si recurrimos al VAR, vemos que los crecientes ataques contra personas migrantes en Estados Unidos, la cancelación por parte de la FIFA de mensajes contra la discriminación y las amenazas a la libertad de expresión, indican que el torneo va por mal camino. Gol anulado.

La normativa de la FIFA exige que los anfitriones se comprometan a garantizar que el torneo no supondrá ningún impacto negativo en los derechos humanos. Sin embargo, estos compromisos corren muchos riesgos. A pesar de que el mantra de la FIFA es “el fútbol une al mundo”, al celebrar una Copa Mundial en el marco de políticas discriminatorias y excluyentes se corre el peligro de que las diferencias sociales se agudicen. Las abusivas políticas migratorias de la administración estadounidense, que incluyen prohibiciones de viajar al país, aumento de las detenciones y restricciones en la obtención de visados, representan una amenaza para el carácter inclusivo de la Copa Mundial: los familiares no directos y las aficiones de equipos que procedan de países cuyos ciudadanos tienen prohibida la entrada en Estados Unidos no podrán acceder a este. El Mundial no puede ser una celebración del fútbol cuando se está negando el acceso a miles de aficionados. Pero nada de esto parece importante para Infantino, que sigue empeñado en complacer a Trump y desarrollar la “sociedad” que ha formado con él.

*Carlos de las Heras, responsable de deporte y derechos humanos en Amnistía Internacional España.

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