Hacer la de Amancio
Mi padre siempre me habló de Amancio. Tuvo la suerte de jugar (y aprender) junto al que fue su ídolo antes de ser futbolista, y después también. Eso es lo difícil: tras conocer al jugador al que admiraba, al que había visto ganar ligas, ser pichichi, alzar la Eurocopa, triangular con Puskas y Di Stéfano, marcar al Partizán en la final de la Copa de Europa ye-yé, siguió siendo su ídolo como persona. Amaro era mucho Amancio.
Guardo tres estampas en la memoria de un futbolista al que solo vi jugar en fotos, en recortes de periódico, en los nodos de la época y en los reportajes vintage de Paco Grande: me fascina una escalofriante imagen de su lesión en Los Cármenes de Granada, en un partido de Copa del 74. Rafa Marañón le ayuda a bajar al hombro hasta la caseta. La pierna derecha chorreando sangre, el muslo abierto en canal, la mueca de dolor. La de Amancio doliente es una estampa casi bíblica, como de Descendimiento de Van der Weyden, digna del Museo del Prado de los horrores del fútbol.
La segunda es un gol de mi padre al Atleti en un derbi madrileño en el Calderón, un zurdazo tras un taconazo descomunal de Amancio, otra genialidad de uno de los primeros futbolistas genuinamente modernos del nuestro fútbol. Un brujo que baila sobre la hierba, enseña el balón por aquí y se va por allá inventando quiebros como Garrincha, como Law, como Johnstone. Amago, regate y gol. Así era como el primer 7 mítico del Real Madrid te hacía la de Amancio, una frase para la RAE. Vinicius y Rodrygo en un solo jugador. Con el temple de líder para acabar su carrera aguantando el balón, filtrando pases como Modric.
La tercera foto es la de un amigo. A mi abuela paterna, navarra ella, se le ocurrió que sería una buena idea bautizarme vestido de pamplonica. Un bebé en faldón blanco con faja y pañuelico rojo. En aquella celebración estaba Amancio, la persona. El ídolo era uno más de la fiesta en una época en el que el fútbol, más que un juego, más que un negocio, era una gran familia de vínculos eternos. Sin haberle visto jugar siquiera, Amaro me hizo la de Amancio para siempre.