Francia, como en 2006

Doha (Qatar)

El fútbol es un deporte que tiene cosas que no se pueden explicar con las palabras. El partido que hizo Francia contra Argentina hasta el minuto 80 fue indigno de un equipo que venía de ser campeón del mundo. Jugadores temblando, piernas que no aparecen, un entrenador haciendo dos cambios en el minuto 40... El desenlace de la final pintaba a goleada.

Sin embargo, Argentina se olvidó de que Mbappé puede marcar en cualquier momento. El crack del PSG tiene una grandeza que, posiblemente, no haya existido en ningún otro jugador de la historia de la selección francesa. Marcó el 2-1 de penalti, materializó una volea imposible para empatar el partido y se inventó un penalti cuando Argentina ya rozaba el título en la prórroga. Hat-trick, ocho goles en el Mundial y a uno del récord de Fontaine.

Deschamps había terminado con Camavinga de lateral izquierdo y Kolo Muani y Thuram de delanteros, dos desconocidos para el fútbol francés hace cuatro años que ahora deciden finales. O las decidirán. El del Eintracht, con 3-3 en el marcador, tuvo una oportunidad en el descuento de la prórroga para cambiar la historia de los Mundiales. Dibu Martínez apareció, como también en la tanda de penaltis, esos once metros tan crueles que ya le habían dejado sin Mundial en 2006 a Francia contra Italia. Un destino cruel, como el fútbol, que no entiende de sentimientos

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