La Opinión

Elogio del Zubimendi post-Berlín

Disimular la ausencia de un Balón de Oro es una tarea de gigante pero Zubimendi ha subido un par de escalones como futbolista. Está espectacular.

GIORGI ARJEVANIDZE
Redactor jefe de AS. Fue colaborador en AS (2000-04) y, después de pasar por Málaga Hoy, regresó como jefe de Sección en Málaga. Delegado de Andalucía entre 2009 y 2012, colaboró en la integración digital-papel de AS en Madrid. Cubre la información del Barça y la Selección de baloncesto. Tres Juegos Olímpicos. Colaborador de SER, Canal Sur y Gol.
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A falta de sus grandes solistas, Lamine y Nico, España enseñó la etiqueta de número uno del mundo y firmó en Tiflis otra actuación coral memorable que le pone, virtualmente, en el Mundial de 2026. Como en Konya hace un par de meses, firmó una primera parte monumental. Una exhibición de juego coral con Fabián, Baena (interesante en esa posición de interior-extremo izquierdo) y Merino mandando en la sala de máquinas; Ferran incisivo y otra vez goleador; y Zubimendi y Oyarzabal ondeando la bandera de Zubieta. Más o menos potentes, los rivales no saben ya qué hacer. Si se descubren un poco, como Turquía, les desnudan. Si se meten atrás, como Georgia, les trituran.

Lo de Zubimendi es capítulo aparte. Hasta la Eurocopa de Alemania, hace menos de año y medio, había jugado 123 minutos oficiales con la Selección. Eterno suplente de Rodrigo, el día de la final de Berlín, con todo lo que estaba en juego, salió al Olímpico porque el madrileño no podía más y, lejos de quemarle la pelota, dio su primer clínic contra Inglaterra. Desde entonces, ha jugado 14 de los 15 partidos oficiales de la Selección y ha dado una sensación de empaque formidable. Disimular la ausencia de un Balón de Oro es una tarea de gigante pero Zubimendi ha subido un par de escalones como futbolista. Está espectacular.

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España ya está (virtualmente) en el Mundial. Es probable que llegue como número uno y llamando a las puertas del cielo. De momento, la clasificación directa le permitirá el gusto de explorar sus límites contra la campeona, Argentina, en la Finalissima. Un partido, Messi-Lamine, que puede ser todo un símbolo. Sería una pena que estos últimos meses de convocatorias y desconvocatorias enturbiasen un ecosistema que merece ser perfecto antes del histórico viaje a América. España lleva 30 partidos sin perder, la mejor racha de su historia. Sobran los motivos para celebrarlo el martes en Sevilla.

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