El verano ya no es para los gorditos

Cuando era un crío me puse a ojear un libro impagable llamado El maravilloso mundo del fútbol. Me sorprendió que en una de sus múltiples fotografías aparecía Ferenc Puskas chutando a portería con una barriguita más que generosa, que en el fútbol actual sería inimaginable. Mi padre justificaba al genio húngaro: “Hijo, está gordito pero le pega con la zurda como nadie en el mundo”. Era un fútbol donde el físico era secundario y en el que sobrevivían los jugadores con un talento especial. Por eso, se veía con cierta normalidad que a la vuelta de las vacaciones de verano los jugadores regresasen en general con tres o cuatro kilos de más gracias a la ingesta generosa del periodo estival.

Las imágenes de los primeros días de pretemporada, sudando la gota gorda y sufriendo con los preparadores físicos, era bastante habitual. El último caso fue el de Hazard, que se pasó tres semanas celebrando en Marbella su fichaje por el Real Madrid y llegó a su presentación en el Bernabéu hecho un boliche. Nunca terminó de remontar aquella cuesta...

Sin embargo, el bueno de Ancelotti duerme ahora tranquilo porque sabe que sus chicos se pasan las vacaciones en gimnasios y campos de fútbol haciendo deporte a todas horas. Vienen con la pretemporada hecha.

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