El último baile olímpico

Los Juegos Olímpicos de París 2024 están viendo, o ya han visto, el final de varios históricos del deporte español. Algunos, incluso, prolongan su carrera para anunciar su retirada en el escenario más excelso para un deportista. Ya lo pudimos comprobar hace tres años con Pau Gasol, que trabajó para salir de su lesión y para darse una última oportunidad de acudir a Tokio con la Selección que tantas veces lideró. Luego, la competición puede salir mejor o peor, pero un adiós olímpico siempre compone una foto para la memoria. Aquel equipo de Gasol cayó en el primer cruce. El actual equipo de baloncesto no ha llegado ni a eso, aunque es justo decir que ha caído en la primera fase con dignidad, si exceptuamos el arranque en el partido inaugural frente a Australia, que a la postre se convirtió en su tumba. La victoria ante la Grecia de Antetokounmpo y la pelea de pura casta ante la portentosa Canadá dejan un regusto no tan amargo para el mal cuerpo que se le queda a cualquier competidor cuando cae eliminado.

En ese grupo estaba Rudy Fernández, que a sus 39 años había señalado los Juegos Olímpicos como el final de su brillante carrera. Rudy se marcha con seis participaciones olímpicas, que es récord en un jugador de baloncesto. Su periplo contempla tres medallas, dos platas y un bronce, las mismas que se colgó Gasol y su deslumbrante generación. Esta retirada pone el cierre a una maravillosa etapa, de la que ya solo queda el recuerdo. Sergio Llull y Ricky Rubio, si es que sigue, son los últimos rescoldos. Ya no se puede vivir del ayer. Ni siquiera del oro del Eurobasket 2022. Los milagros son tapaderas de la realidad. Sergio Scariolo y la Federación Española de Baloncesto tienen una importante labor de reconstrucción por delante. Y lo saben.

En paralelo a Rudy hay otros que se despiden en París 2024. Es el caso de Pablo Herrera, plata en Atenas 2004, actualmente en octavos, que a sus 42 años se ha convertido en el primer jugador de vóley playa que compite en seis Juegos. También de Támara Echegoyen, oro en Londres 2012, que anuncia un adiós agridulce a los 40 tras sonreír como abanderada y llorar de impotencia en la competición. Hay que ver, igualmente, qué harán Teresa Portela, de 42, que cumple sus séptimos Juegos, y Saúl Craviotto, de 39, que aspira al récord de su sexta medalla en su quinta presencia. Lo de Rafa Nadal ya es otra dimensión. Son históricos del deporte español que se diluyen con nostalgia entre la fiebre que nos produce la medallitis cada cuatro años.

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