El sádico asedio a Xabi Alonso

En un periodo normal, éstas serían las conclusiones de la victoria del Real Madrid en Talavera: 1) El equipo se clasificó para la siguiente ronda de la Copa del Rey. 2) Típico encuentro fuera de casa en un torneo que en la misma jornada significó la eliminación de tres equipos de Primera (Villarreal, Celta, Levante). 3) Nueve cambios en la alineación con respecto al partido en Vitoria —Güler y Mbappé fueron titulares de nuevo—. 4) Mbappé marcó dos goles que le colocan al borde del récord de Cristiano Ronaldo en un año natural. 5) Caída de tensión en los últimos minutos, cuando entraron algunos titulares indiscutibles. 6) Bellingham cometió un error de desatención en la corona del área que le costó al Madrid un tiro libre, precipitó el segundo gol del Talavera, le costó una amarilla al jugador inglés y dejó al equipo en apuros durante cinco minutos. 7) Lunin hizo una buena parada en el último instante. Evitó la prórroga.

Un día antes, el Barça jugó con casi toda la caballería en Guadalajara y necesitó 70 minutos para marcar el primero de sus dos goles. El Atlético de Madrid venció 2-3 al Atlético Baleares. Los dos partidos se analizaron sin estridencias. La Copa es un trago para los grandes equipos, excepto si la ganan. Con este formato de torneo, más dirigido de lo conveniente, la próxima eliminatoria apunta a un horizonte parecido.

Como no es normal lo que sucede en el Real Madrid, cada partido se ha convertido en una nueva oportunidad para estrechar el cerco sobre Xabi Alonso, sometido a una cacería mediática sin precedentes, al menos en la situación que ocupa el equipo. El Madrid es segundo en la Liga, con cuatro puntos menos que el Barça, al que ha derrotado en su primer enfrentamiento. Entre aquel éxito y la situación actual se ha entrado en un delirante proceso de autocombustión.

Fue delirante el momento que lo produjo —el derrapaje de Vinicius y su saga de chulerías—, la inacción institucional en el caso y el asedio mediático al entrenador, en medio de uno de esos temibles silencios públicos, pero no privados, que practica Florentino Pérez. Ni en la reciente felicitación de Navidad tuvo el detalle formal de nombrar a Xabi Alonso, menos aún de ampararle.

Se percibe a la legua el aislamiento de Xabi Alonso, cuyo laconismo en las conferencias de prensa revelan el daño que sufre. Nada que ver con sus primeras intervenciones públicas en el Mundial de Clubes, donde compartía con los periodistas toda clase de lecturas de los partidos. Cualquiera puede escucharle de nuevo en su intervención después del empate con el Al Hilal en la primera jornada de aquel Mundial, productivo política y económicamente para el Real Madrid, demencial para el técnico, recién llegado, sin apenas contacto con los jugadores y obligado a gestionar un equipo donde algunos futbolistas terminaban sus contratos en mitad del torneo y no seguirían en el Real Madrid.

La dura derrota (4-0) con el PSG en las semifinales rompió el vínculo normal entre la institución y el entrenador. Cuando el Real Madrid ganó 13 de los 14 primeros partidos de la temporada, el mantra mediático sostenía que el equipo no jugaba bien. Cuando el Madrid derrotó al Barça, Vinicius derrotó a Xabi Alonso, favorecido por una lamentable complicidad institucional, la misma que ahora fomenta la comedia de los abrazos de los jugadores al entrenador como señal de cooperación. Puñales por la espalda se llama esa película.

Cada partido es un juicio sumarísimo al técnico. Lo demás no importa. No importa, por ejemplo, que Bellingham aparezca en Talavera con una desidia inaceptable y complique seriamente el partido. Los resultados tampoco importan demasiado. Si el Madrid pierde —derrotas ante Liverpool, Celta y City en los últimos diez partidos— arde el puchero; si empata fuera (Rayo, Elche, Girona) suena tan fuerte como la derrota; si gana cuatro partidos fuera de casa —Olympiacos, Athletic, Alavés, Talavera— no modifican el asedio sobre Xabi Alonso.

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