El mar tempestuoso de Ingebrigtsen

El noruego, lejos de su mejor forma, entró en la final de 5.000 el día que cumplió 25 años.

Sarah Meyssonnier
Juanma Bellón. Nació en 1983, en Úbeda. Corrió 800 metros en 1:49. Estudió periodismo en la Complutense y en 2006 entró en AS, a Más Deporte. Escribió de temas polideportivos, mucho atletismo. Cubrió los Juegos de Tokio. Ahora es jefe de la sección de Actualidad. Allí se trata de economía, ciencia, conflictos internacionales, política y lo que sea.
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“No es precisamente un camino de rosas, pero los mares tempestuosos hacen a los marineros más fuertes”. Esa metáfora se regaló Jakob Ingebrigtsen para celebrar este 19 de septiembre su cumpleaños número 25, uno de los más extraños de su vida. En lugar de soplar velas y comprarse unas cartas Pokémon, al noruego le tocó correr las series de 5.000 en los Mundiales de Tokio. Fue octavo (13:42.15) y sufrió con agonía para entrar en la final del domingo. Llega justísimo de forma, tras una larga y complicada lesión en el tendón de Aquiles. “No estaba seguro de nada, tuve suerte”, se sincera el atleta que acumula 19 medallas de oro globales (incluidos dos olímpicos) en apenas siete años.

Desde que era adolescente, Jakob ganaba y, sobre todo, tenía el control de la situación. Un cuento de hadas, grabado en un reality show de la tele noruega, que pronto encontró reversos complicados. Su entrenador y padre, Gjert, resultó no ser tan modélico y los hermanos decidieron romper con él deportiva y familiarmente. Fue la gran tempestad. Un golpe de realidad para el escandinavo, que hizo una especie de cooperativa con Henrik y Filip para gestionar sus entrenamientos. Dobles sesiones, control del lactato, rodajes en cinta, cuestas... Salieron los tres a flote entonces con grandes resultados para Jakob.

Ahora se han encontrado con una marejada deportiva en forma de lesión en el Aquiles, una dolencia que ha afectado a todos los miembros de la saga Ingebrigtsen. Han tratado de salir adelante en Sankt Moritz, donde crearon un programa exprés para que Jakob llegara al estadio nacional de Japón con algo en las piernas. Esa recuperación tenía grietas, y se reflejaba en pequeños detalles. Por ejemplo, Jakob hacía la mayoría de sus entrenamientos con unas zapatillas Vaporfly 4%, un modelo de 2017, reventadas en la suela. Era el único calzado que no le hacía daño. Después evolucionó y cogió los últimos diseños de Nike, porque el reloj jugaba en contra. Los días pasaban y la normalidad tardaba en llegar.

Una sesión esperanzadora de 20x400

Poco a poco entró la rutina, con buenos rodajes y más entrenamientos de calidad. Destacó una buena sesión de 20 series de 400, con recuperación de 40 segundos, a 1:03. La resistencia aeróbica nunca fue un problema para Ingebrigtsen, que tiene que esforzarse más para ponerse rápido, tener velocidad punta. En las eliminatorias de 1.500 quedó latente que estaba lejos de los grandes días. En 5.000 salvó los muebles, con un rictus nada habitual en el excepcional corredor de Sandnes. Celebró el pase con entusiasmo.

Ingebrigtsen y Jimmy Gressier. Aleksandra Szmigiel

Ingebrigtsen se enfrenta el domingo a un escenario desconocido en una carrera de 5.000 que se presenta con inéditos favoritos (Hocker, Fisher, Gressier...). No es candidato a nada y se enfrenta a un cambio de roles. Antes el tren lo dirigía él y ahora va en un vagón que no es de clase preferente. “Trato de hacer cosas inteligentes, no estoy ni cerca de donde debería estar físicamente”, explica Ingebrigtsen, al que le honra no borrarse de la gran competición. Pese a todo, nunca que hay que descartar a un talento tan descomunal como el noruego. Ha lanzado otro aviso marinero: “Hay que ver hasta donde nos puede llevar el viento”.

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