El Madrid cambia papeles con el Barça
El juego indica la crecida del Real Madrid, pero la distancia con el Barça se amplía. Curiosa dinámica la de los dos equipos. Uno lidera el campeonato con muchos defectos en su juego; el otro, ha salido de su crisis en tres partidos de pantalón largo: contra el Athletic, Atlético y Real Sociedad. En los tres, el Madrid ha ofrecido versiones diferentes, pero todas buenas, si se incluye su capacidad para salir de sus penurias en el primer tiempo del último derbi madrileño. Le penaliza su empate con la Real en un encuentro vibrante, que habló bien del Madrid y del equipo donostiarra, que cerró la noche del Bernabéu con un buen puñado de jugadores forjados en la cantera de Zubieta.
Cinco puntos de diferencia es una brecha considerable entre los dos equipos que encabezan el campeonato, dos equipos que difícilmente perderán partidos, si la historia dice algo del Madrid y del Barça cuando llegan solos a estas alturas de la temporada. Se anticipa para marzo un duelo trascendental en el Camp Nou, donde los puntos probablemente decidirán un buen trozo del pastel final.
El Barça decepcionó en Girona y ganó. No es lo que acostumbraba. El Barça solía funcionar como un reloj para imponerse cuando jugaba bien y no le costaba perder cuando jugaba mal. La carestía de títulos se corresponde exactamente con esta ecuación. El Madrid era más refractario a sus malos partidos. Aunque el Bernabéu siempre exige, en el club se ha predicado la eficacia como valor irrenunciable. De los malos partidos ganados es difícil guardar memoria.
Aclamado por su defensa del estilo como patrón identitario, el Barça se asienta sobre sus cortas victorias, una sucesión de uno a ceros y susto en el cuerpo. Se reservó un partidazo contra el Madrid y ha regresado a las andadas. Marca pocos goles y recibe muy pocos, seis en 19 jornadas, tres de ellos contra el Real Madrid. En estos tiempos donde tanto se apela a lo sostenible, ¿se sostendrá el equipo de Xavi con esta versión tan rara de su juego? Será difícil.
El Madrid se prepara con buen ánimo para un momento de la temporada que penaliza los éxitos de la anterior. Ha disputado dos partidos de la Supercopa de España y le vienen otros dos en el Mundial de Clubes, antes de regresar a la Liga, la Liga de Campeones y los dos encuentros con el Barça que le han deparado las semifinales de la Copa del Rey. No hay perdón para los campeones. Trabajan a destajo, y eso suele pasar factura, más aún después de entrometerse el Mundial por medio.
En cuestiones de puro fútbol, el Madrid ha recuperado la energía y muchas de las ideas perdidas. La Real no le dio tregua. Es un equipo que ha decidido convencerse de lo mucho que vale. Digirió muy bien en el Bernabéu la ausencia de David Silva y Merino, aguantó la lesión de Elustondo, terminó el encuentro con un antiguo mediocentro –Zubeldia– en el lateral derecho y el mediocentro titular –Zubimendi– en el eje de la defensa. Por el partido desfilaron nombres de futbolistas jóvenes apenas conocidos, pero que darán que hablar: Pablo Marín, Robert Navarro y Olasagasti. El portero se salió y Kubo fue una delicia de jugador.
Nada, salvo el gol, se le puede reprochar al Madrid, que tiró con todo, hasta el punto de comprometerse defensivamente en los últimos 10 minutos. Tuvo razón Ancelotti cuando dijo algo que estaba en el pensamiento general. ¿A quién quitar si todos están funcionando? Claro que uno funcionó mejor que nadie: Vinicius fue un vendaval. No marcó, pero no por falta de finura. Donde no llegaron los defensas, llegó Remiro.