El Madrid baja el pistón

La confusión presidió el empate del Real Madrid con el Girona, equipo que se distingue por un tipo de juego que rechaza la realidad de su posición en la tabla. Juega bien, pero no acaba de redondear sus resultados. En el Bernabéu, Míchel, aquel zurdo exquisito del Rayo Vallecano y ahora técnico del equipo catalán, confirmó que es un entrenador que sueña con grandes empresas. El Girona funcionó con clase, serenidad y ambición. Durante la mayor parte del encuentro le discutió la posesión al Madrid, que terminó enredado en su fastidio con el árbitro y su débil prestación en el césped.

El trazo elegante del Girona daba la impresión de favorecer al Madrid, que rara vez se encuentra en el Bernabéu con rivales que no se encierren en su área, sin otra intención que desgastar la paciencia del equipo de Ancelotti y aprovechar alguna oportunidad suelta. Contra esta tónica general, el Girona jugó como si no le intimidaran ni el Madrid, ni el escenario. Salió un partido abierto y limpio, condenado al ruido de la polémica por el penalti señalado a Marco Asensio y el gol anulado al final a Rodrygo.

La hinchada comprendió antes que el equipo la dificultad del encuentro. Se escuchó a un Bernabéu inquieto, mucho más nervioso de lo habitual. La gente detectó pronto la clase de partido que se disputaba: el Madrid comenzó a decaer pronto frente a un rival que movía la pelota con precisión y tranquilidad. No se vio un triste pelotazo del Girona durante la mayor parte del encuentro. Solo a última hora, cuando la presión crecía hasta el cuello, se permitió un par de despejes al aire.

El Madrid venía de una discreta actuación en Leipzig, donde fue arrollado en los primeros 20 minutos por la vitalidad del equipo alemán. No mejoró ante el Girona. Después de una saga de victorias y excelentes actuaciones, el equipo ha perdido gas. Por una vez fueron más numerosos los jugadores decepcionantes que los aclamados.

Mendy resuelve menos problemas defensivos de lo que debería y casi ninguno en el capítulo ofensivo. Ahora mismo no convence. Carvajal pasó algún mal rato, especialmente en una jugada con el poderoso Valery (futbolista de la cantera del Girona que algún día encontrará el puesto donde destacará definitivamente), y no influyó en el ataque, más comedido de lo habitual. Camavinga no agradó como medio de cierre. Modric y Kroos bajaron sus prestaciones. Un mal día lo tiene cualquiera. Esta vez tampoco maravilló Fede Valverde, excepto en la jugada que precedió al gol de Vinicius.

Bajó el rendimiento individual y se advirtió gráficamente en el desempeño colectivo. El Girona funcionó más que bien en el aspecto defensivo, alrededor del veterano Romeu, centrocampista que conoce el oficio de la primera a la última letra. Los dos laterales dieron guerra constante. Couto armó toda clase de líos por la banda derecha. Lateral a la brasileña, expansivo por naturaleza, figuró entre los destacados hasta que abandonó lesionado el encuentro. En la izquierda, Miguel Gutiérrez, cedido por el Real Madrid, tiene madera de excelente jugador.

En partido de este pelo, el Madrid suele entregarse al arte de Benzema, que no estaba, y la explosión de Vinicius, que volvió a marcar, pero se ofuscó la mayoría de las veces. Estuvo más pendiente de protestar y armar ruido que de marcar diferencias. Así y todo, Vinicius y Rodrygo, que es el silencioso yang de su compatriota, fueron los mejores de una versión muy plana del Real Madrid.

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