El drama eterno del ciclismo
La Vuelta a Suiza acabó el domingo con la victoria inesperada de Mattias Skjelmose, de 22 años, seguido a sólo 9 segundos por Juan Ayuso, de 20, ganador de dos etapas. Ambos por delante del favorito, Remco Evenepoel, de 23. La juventud pega fuerte. El resultado deportivo quedó eclipsado, sin embargo, por la muerte de Gino Mader, un ciclista talentoso que fue quinto y mejor joven en la Vuelta a España 2021. El suizo perdió la vida el viernes a consecuencia de la terrible caída que sufrió el día anterior en el descenso del Albulapass, que conducía a la meta a velocidades que superaron los 100 km/h. Mientras Ayuso se exhibía en esa misma bajada camino del triunfo en La Punt, su colega se precipitó por un barranco. Una fatalidad que refresca el eterno drama del ciclismo, un deporte que salpica su historia de tragedias con más frecuencia de la deseada. El ciclismo asume peligros por partida doble. Hay desgracias en competición. Y otras, demasiadas, durante los entrenamientos en convivencia con el tráfico abierto.
El fallecimiento de Gino es un caso puro de competición, en una disciplina en la que se alcanzan máximas vertiginosas. Su adiós reabre un debate sobre la seguridad. En este sentido, Evenepoel hizo una llamada doble: a los diseñadores de recorridos y a sus propios compañeros. En el primer caso, el belga se planteaba por qué no se acabó mejor en alto. Es una posibilidad, claro, que de hecho se repite a menudo, pero las llegadas en descenso tras coronar un puerto generan deportivamente alternativas diferentes y opciones para cierto tipo de corredores. Los descensos también son ciclismo. Y las caídas son inseparables de este deporte. La solución, de haberla, es extremar la protección y la precaución. Por todas las partes implicadas. Y, aun así, será imposible evitar siempre la fatalidad. La muerte de Mader ha sido una desgracia. Y así la lloramos.