El descaro de Alcaraz
Carlos Alcaraz se mueve por la vida con tal frescura, con esa naturalidad a veces temeraria que otorga la juventud, que este viernes se ganó un abucheo del público de la Central del All England Club, cuando soltó en pleno corazón de Inglaterra que esperaba que el domingo fuera “un gran día para España”. Lógicamente, se refería a la coincidencia de su final en Wimbledon con la final de la Eurocopa de fútbol. Carlitos corrigió después: “Espero que sea un día divertido”. Mientras desplegaba su sonrisa infinita. Y la grada le acabó despidiendo otra vez entre aplausos, sabedora que acababan de presenciar, sencillamente, la travesura de un muchacho que juega al tenis igual que vive. Con desenfado.
Alcaraz tiene un don para este deporte que le ha llevado, a sus 21 años, a su cuarta final de Grand Slam. Las otras tres las ganó, tiene un pleno: US Open 2022, Wimbledon 2023 y Roland Garros 2024. Esta es la primera vez que repite en el mismo escenario, y por segundo curso consecutivo. El domingo saldrá a la pista como vigente campeón. Y seguramente volverá a ser aplaudido. Pelillos a la mar. El murciano mezcla ese descaro juvenil, con una madurez impropia para su edad. En semifinales se enfrentó a un rival, Daniil Medvedev, al que dominaba en el cara a cara, 4-2, y al que había ganado un año antes en la misma fase y en la misma cancha. No cayó en confianzas por ello. Perdió el primer set, pero siguió con el traje de faena hasta que rebasó a su oponente, como ya había hecho en este mismo certamen ante Frances Tiafoe y Tommy Paul. Tres veces ha tenido que remontar, y tres veces ha superado el escollo. Bajo techo o al aire libre. No importan las circunstancias. Alcaraz se adapta a todo. Con la seriedad de un veterano y con la espontaneidad de un chaval.