El Clásico corta la digestión
Y de repente, el Clásico. Cuando el Real Madrid todavía no ha terminado de digerir la dura derrota ante el Panathinaikos en la final de la Euroliga, hay que afrontar el primer partido de semifinales de la Liga ACB ante el Barça. Las apreturas del calendario de baloncesto, unidas a los borrones de ambos equipos en la fase regular, dominada por el Unicaja Málaga, han propiciado este enfrentamiento prematuro entre los eternos rivales. En los tiempos modernos nos habíamos acostumbrado a verlos en la lucha por el título. Cuatro de las cinco últimas finales han sido un Clásico. Si lo prefieren, nueve de las últimas doce. Para encontrar un precedente en semifinales hay que viajar a 1995, hace 29 años. Como curiosidad para los supersticiosos, aquella vez se clasificó el Barcelona, que se midió por la corona ante… el Unicaja. Los datos históricos confirman que estamos ante un cruce anómalo.
Los ojos están puestos en la reacción del Madrid tras su tropiezo en la Final Four. La primera incógnita es física, ¿cómo se habrán recuperado tras el intenso fin de semana? Sus oponentes han descansado tres días más. La segunda interrogante es anímica, ¿cómo se habrán levantado del golpe? Nada más acabar la final, algunas declaraciones, sobre todo de los más veteranos, iban destinadas a recordar que el curso sigue en marcha. Que ahora toca un hueso. Y otro trofeo por pelear. Pero una cosa es lo que se echa hacia fuera, y otra lo que carcome por dentro. El palo ha sido muy duro, porque el Madrid aterrizó en Berlín como el gran favorito, tras una trayectoria sublime. El ambiente ha cambiado alrededor. Ahora se habla más de la reestructuración de futuro, que de la competición ACB. Y nadie se atreve a confirmar a un Chus Mateo que, hasta aquí, era el mejor entrenador de Europa. Un partido puede cambiarlo todo. Es el momento de darle otra vuelta. O de sufrir un corte de digestión.