El Calcio de Carletto que me tortura

No entiendo que una península de la que ha salido el arte más bello de Europa durante 2.000 años produzca un fútbol tan aburrido. ¿Es posible tener ciudades tan caóticamente bellas como Roma y ser a la vez un obseso de la puntualidad? Siempre he pensado que el caos italiano es el motor de su creatividad. Pero Ancelotti nos demuestra en cada alineación y reflexión que el fútbol italiano es una ciudad suiza. Cada decisión que toma es puro pragmatismo. Supongo que es la sabiduría de un entrenador que conoce como nadie la fórmula del éxito. Pero como espectador mendigo por una jugadita que me levante del asiento, que diría Galeano.

Como vamos ya por Quinto de Carletto y repitiendo sabemos que su objetivo cada inicio de temporada es construir la muralla que sostenga la subida de la marea en primavera. Hay que amortizar cada gol como si fuera un 5% de batería a las 3 de la mañana. El sábado en Girona metió a Valverde, Tchouameni, Kroos, Bellingham, Camavinga (de lateral) y a Batman y Robin arriba (Joselu, Vinicius). Saca centrocampistas en el 11 como el que mete siete jerséis en la maleta de agosto por si refresca. Fran García no le convence, a Bellingham lo tiene liberado de tareas para que se adapte como un niño en su primera semana de guardería. No mete a Brahim sin más de dos goles de ventaja y haría balconing desde la cubierta del Bernabéu antes que sacar a un canterano.

Es un auténtico entrenador italiano. Pero es nuestro italiano. Una máquina de ganar. ¿Que te molesta el pase largo? Es el camino más recto al gol. Y levantamiento de ceja. ¿Que me pides que presione más arriba? Te respondo que te suicides tú. Ahí le tienes con el salón lleno de plata, el entrenador con más victorias de la historia en Champions… Alguno preferirá el rock and roll de Carlos Queiroz. Ese centro del campo Guti-Beckham con Roberto Carlos acampado en el córner. Aquello era tan festivo que la resaca duró años. Creo que Carlo no deja entrar a las cámaras al vestuario porque tiene una foto del equipo de Queiroz con el siguiente lema: “¡No es libertad, es libertinaje!”.

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