El brócoli, el salmón y la pasta

Ejemplo de serenidad, de templanza, de empatía, de inteligencia emocional, de liderazgo silencioso, de respeto por el jugador como premisa de química con su vestuario, de sutileza en las decisiones, de sabiduría en la pizarra y, en suma, de saber ejercer la autoridad sin estridencias ni voceríos. Un líder con la sonrisa dibujada en sus cultivadas neuronas. Carlo Ancelotti es un entrenador mitológico que ha sido capaz de acabar con todos los prejuicios ridículos que lastraban a su profesión. No hay que gritar como un becerro ni tirar de exhibiciones testosterónicas para la galería para hacerse respetar por un grupo de 25 jóvenes que comparten el don de ser grandes futbolistas. Carletto lo fue en un Milan rey de Europa y eso le ha ayudado a relativizar el éxito y a convivir con la abundancia sin ser umbilical.

Carlo lo ha vuelto a hacer y ya lleva cinco Champions, dos más que Zidane, Guardiola y Bob Pasley. Y dos de jugador. Podría salir a la calle como un palomo buchón sacando pecho. Pero entonces no sería Ancelotti, el hombre sereno y certero que es fiel a sus principios éticos como persona y como profesional. Pero ojo, no es un monje ni pretende serlo. Cuando es feliz por una conquista se hace una foto con los brasileños (Vini y Rodrygo), Camavinga y Alaba con gafas de sol y puro en la boca. O come el día de la final de Wembley brócoli, salmón y pasta. Definitivamente, Carlo es el mejor.

Lo más visto

Más noticias