De empate en empate hasta la victoria final
EI Madrid ha disputado ocho finales de la Copa de Europa desde 1998. Ha ganado todas, no importa en las circunstancias en las que ha llegado el equipo. Ha adquirido una costumbre que rompe todas las reglas de probabilidades en el fútbol, de manera que desde hace tiempo se ha instalado en el madridismo una sensación de lo inevitable que no ocurre en ningún otro club del mundo. En ese trance se encuentra el Madrid esta temporada. Al equipo le queda un partido y una victoria para alcanzar la final, territorio que angustia a los demás, pero no al Real Madrid, según se desprende de su feroz estadística en los últimos 25 años.
Se trata de una confianza adquirida por una eficacia sin parangón, pero que en ocasiones no se corresponde ni con el juego del equipo, ni tampoco por la holgura en los resultados. Este año, el Real Madrid ha disputado cinco partidos en las eliminatorias de la Liga de Campeones, dos contra el RB Leipzig en los octavos de final, dos con el Manchester City en los cuartos y uno con el Bayern Múnich. De los cinco, ganó el primero en Leipzig (0-1) y ha empatado los últimos cuatro encuentros.
Optimismo. El dato, que invitaría a la inquietud, no ha alterado ni un milímetro el optimismo en el club, su hinchada y el universo exterior al Madrid. Si las casas de apuestas sirven de indicador de la temperatura en el fútbol, los pronósticos colocan al Real Madrid como favorito unánime para ganar la Copa de Europa.
¿Ha dado el equipo motivos estrictamente futbolísticos para desprender tanta confianza? Probablemente, no. El Madrid venció en Leipzig, pero padeció un calvario. Fue la noche que destapó a Lunin como garante de la portería y acreditó la importancia de Brahim, que había empezado la temporada al fondo del banquillo. Marcó un gol para el recuerdo, crucial en la eliminatoria.
El RB Leipzig torturó al Madrid en la vuelta, con el Bernabéu en estado de pánico hasta el último minuto. Desde entonces se encuentra en un proceso que remite al del PSV Eindhoven en la temporada 1987-88. El equipo holandés se llevó la Copa de Europa con cinco empates sucesivos, dos de ellos en las semifinales contra el Madrid, en el apogeo de la Quinta de Buitre. Curiosas las curvas del fútbol: si en estos tiempos, el optimismo es inevitable, en aquellos días la sensación en el madridismo era de mal fario. Mijatovic borró 32 años de sufrimiento y derrotas en 1998.
El Real Madrid no ha sido mejor que el RB Leipzig, Manchester City y Bayern de Múnich en ninguno de los cinco partidos. En uno, contra el equipo inglés en el Bernabéu, el encuentro fue parejo. En Múnich, Ancelotti reconoció la discreta actuación del equipo. En el Etihad, el Madrid resolvió la eliminatoria en los penaltis, después de soportar un agotador asedio.
Le cuesta, por tanto, ganar los partidos al Madrid en la Copa de Europa, pero a sus rivales les cuesta vencer todavía más. En los peores momentos, y en esta edición ha pasado por unos cuantos, el Madrid desecha la autoridad que se presume de un equipo integrado por una colección de estrellas, pero aprovecha las cualidades puntuales de sus futbolistas. En este aspecto, Vinicius se ha confirmado como una garantía incomparable.
Sólo Mbappé le disputa el primado en Europa, y no está nada claro que el delantero francés mejore, a día de hoy, el rendimiento del brasileño en los partidos decisivos. La contribución de Rodrygo tampoco es desdeñable. Es una anguila letal para los rivales del Madrid. En Múnich, los dos fueron cruciales, aunque el magisterio corrió a cargo de Kroos. Es lo que tiene el Madrid: cuando las cosas no funcionan, como tantas veces ha sucedido este año en Europa, siempre detecta el flotador al que agarrarse. Si es para empatar, también sirve.