Como atletas sin liebre
Mi padre siempre me contó que, en sus tiempos de atleta, especialista en los 400 metros a finales de los cincuenta, con récord de Baleares durante unos años, no mejoraba su marca porque ni tenía liebres que le estiraran ni tampoco rivales que le pincharan por detrás que provocaran una mejora en su rendimiento. Podríamos decir que, inconscientemente, se acomodó y eso le impedía mejorar por falta de competencia en la pista.
Y al Mallorca de Aguirre le está pasando lo mismo. Los bermellones están tan acostumbrados a que Cádiz, Granada y Almería no se arrimen, que vive instalado en su marca, es decir, en esos seis puntos de ventaja respecto al descenso, una especie de zona de confort donde no peligra el futuro y donde no siente presión. Solo así se entiende el despiste inicial, andando sobre el césped, a la hora de encajar el gol de la derrota y la poca inercia ofensiva para tratar de conseguir algo. Total, ya había perdido el Cádiz, para qué volverse locos, debieron pensar.
Aguirre apuntó que la salvación matemática debía pasar por los partidos de casa, y a la vista está que el primero de los tres ya no cuenta. Ahora llegará Las Palmas cuyas siete derrotas seguidas amenazan al Mallorca pues ese tipo de rachas suelen romperse cuando menos se espera. Quizá el Mallorca espere a que vuelva a perder el Cádiz.