Camavinga se marca un Harvard
El campeonato entró hace tiempo en un extraño periodo, sin borrascas en la zona alta de la clasificación y con toda clase de tormentas en los niveles del descenso. En marzo, el Barça dio carpetazo a la Liga con su remontada frente al Real Madrid. Por si cabía alguna duda, su victoria sobre el Atlético evita cualquier posibilidad de sorpresa. Quedan pocas jornadas y al líder le quedan muy lejos sus perseguidores. El madridismo asumió hace semanas esta situación y dedica sus ilusiones a la Liga de Campeones y a la Copa del Rey. Ancelotti, también. Mueve el banquillo, cambia titulares, corrige sistemas y mantiene al equipo en marcha, engrasado, pero sin tensiones innecesarias.
Los objetivos del Madrid están tan claros que el Bernabéu acude a los partidos con buen ánimo, pero sin grandes exigencias. La gente sabe que el equipo está en modo finalista, cuidando los detalles en los partidos de Liga, que se han convertido en la mejor pretemporada posible. Juegan casi todos y todos salen con buena nota. Sin combustión en la grada, el público comienza a expresar sus opiniones sobre los jugadores. Sin reproches a nadie, en el Bernabéu se escuchan las continuas ovaciones a Camavinga, un nuevo favorito que tiene entusiasmado al personal.
Es la segunda temporada de Camavinga y juega en el lateral izquierdo, donde no se le esperaba. Su primer año fue más que correcto, especialmente en los dos últimos meses y sobre todo en la Copa de Europa. El factor Camavinga resultó casi tan importante como la influencia de Rodrygo. Uno por goles y finura, el otro por energía y desenvoltura. Bien mirado, el Real Madrid cuenta con tres de los cuatro o cinco mejores jóvenes del fútbol. En el caso de Vinicius, uno de los cinco mejores futbolistas del mundo, a secas.
El francés llegó para instalarse en el medio campo, sin dar señales concretas de su posición ideal. Se adaptaba a todas, pero no acababa de romper a titular en ninguna, sin olvidar que la titularidad en el Real Madrid cuesta un mundo. Detrás de su dispersión, se adivinaba un jugador importante: gran recorrido, potencia, calidad técnica y remate de media distancia.
No se le podía considerar un proyecto. Camavinga reunía demasiadas cualidades como para dudar de su futuro. Otra cosa es que lograra reunir todas sus virtudes y administrarlas con astucia, objetivo que nunca resulta sencillo a jugadores tan jóvenes. Ahí tenemos el caso de Vinicius como ejemplo.
Por razones de causa mayor –lesiones de Ferland Mendy y la instalación definitiva de Alaba en el centro de la defensa–, Ancelotti reclamó a Camavinga como lateral izquierdo. Lo que se antojaba solución de emergencia se ha convertido en hallazgo total, probablemente contra el deseo del jugador, que se siente centrocampista y sabe que la fama en el fútbol crece en la medida que se avanza en la posición.
Aunque ocupa una posición que no desea, la realidad se impone. Está en el mejor de los mundos posibles: titular en el Real Madrid, aclamado por el público y añadiendo nuevas facetas a su aprendizaje. Esta media temporada ha adquirido para Camavinga el valor de una licenciatura en Harvard. Se aproximan los grandes momentos de la temporada y su titularidad está más que asegurada. No nació para lateral, pero algo en su influencia empieza a recordar la de tres mitos que le han precedido: Gordillo, Roberto Carlos y Marcelo.