Besos en la frente de Laporta a Xavi

Dudas. Finalmente, y a juzgar por los dos besos que le estampó en la frente después de que firmase su renovación hasta 2025 (ayer seguro que fueron más después de la remontada ante el Celta), Xavi ha terminado de convencer a Laporta. Qué lejos queda aquel febrero de 2021, cuando el entonces candidato de Estimem el Barça aseguraba que necesitaba “más recorrido”; e insistía en que su caso no podía compararse al de Guardiola, porque su efecto se había cocinado en el filial. “Será un gran entrenador, pero aún no tenemos referencias para decir que sería el técnico ideal del Barça”. Laporta le pasó factura a Xavi por ser la cara visible del proyecto de Víctor Font, y lo dejó unos meses en barbecho en Qatar. Se quedó con Koeman, deslizó por ahí que le gustaba Mikel Arteta, intentó convencer a Guardiola de que, si ganaba la Champions de 2021 (el City perdió la final contra el Chelsea), lo dejase todo y le ayudase a reconstruir el equipo; y, finalmente, un día hizo un corrillo con los medios en los que declaró su amor a los técnicos alemanes: Nagelsmann, Tuchel, Flick… Alguien debió frenarle en medio del desbarre para que, siete meses después de verlo preparado para entrenar, como mucho al Barça Atlètic, Laporta cambiase de opinión y, entonces sí, llamase a Xavi.

Certezas. Xavi sabía que tenía que agarrar la oportunidad de coger al Barça porque, paradójicamente, podía ser un buen momento. Por los suelos entonces, con un presidente que había dejado a Koeman a los pies de los caballos obligado a jugar con Mingueza, Braithwaite, Jutglà o Yusuf Demir; y a poner a niños, sólo tenía margen de mejora y nadie le iba a exigir mucho durante un tiempo. También sabía que habría momentos duros, especialmente decir adiós a sus excompañeros que, en muchos casos, también eran amigos. El mismo Laporta reconoció que fue Jordi Alba el primero en decirle que Xavi debía ser el entrenador. Esa transición, empezando por el adiós de Piqué, debió ser dura, pero ha conseguido lidiar con el grado de presión y de emotividad que tenía. El Xavi que renueva hasta 2025 sí tiene definitivamente las llaves del vestuario, y la situación bajo control. Hay que darle su mérito, porque hubo momentos en los que el equipo estuvo en mitad del océano y en el entorno de Can Barça siempre sobran manos para intentar volcar el barco. A la espera de que lleguen momentos más duros, a Xavi le toca disfrutar del vestuario sano que ha creado después de tiempos más tóxicos. Pocos quieren más al Barça que él. Luego ya veremos si los besos de Laporta son eternos.

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