Al Camp Nou después del baño y masaje

La victoria en una amable noche de fútbol con el Liverpool deja al Madrid en las mejores condiciones para el partido del Camp Nou, donde es probable que se despegue la duda que asalta a madridistas y culés. Nos dirá si el campeonato está resuelto o al Madrid le queda un margen razonable para remontar y conquistar el título. No hay incertidumbre, en cambio, en la Liga de Campeones. El equipo sigue donde acostumbra en su torneo fetiche.

Ancelotti dijo que su equipo es mejor que el del pasado año, que no fue un equipo cualquiera. Ganó la Liga y la Copa de Europa, pero el técnico italiano dio una razón de peso. El éxito en la edición anterior, inolvidable por las sucesivas y sufridísimas victorias contra el PSG, Chelsea, Manchester City y Liverpool, se transpira en el Madrid y en el ambiente del fútbol.

Se diría que al Madrid nada malo le puede pasar en la Copa de Europa, que ha superado el cénit de las dificultades, las ha salvado y está cubierto por un invisible manto de confianza. Lo sabe su entrenador, sus jugadores y sus hinchas, pero tan importante es la admisión de este efecto en el ambiente general del fútbol.

“El que quiera ganar la Copa de Europa tiene que ganar al Real Madrid. Lo sabemos mejor que nadie”, declaró el entrenador del Liverpool, Jürgen Klopp. El equipo inglés empieza a cobrar el aspecto de víctima preferida del Madrid. Nada permitía pensarlo en este nueva época de esplendor del equipo inglés, resucitado en la Premier League –con Klopp logró su primer título de campeón desde el año 1990– y tres veces finalista de la Copa de Europa, dos de ellas enfrentado al Real Madrid y las dos perdidas.

Por estilo de juego y por la ventaja que tantas veces le concede el fervor de Anfield, el Liverpool puede ser rival más temible del mundo para cualquier equipo. No defiende una fama injusta. En los primeros 20 minutos del partido que se disputó en Anfield, levantó al Madrid por los aires y le marcó dos goles, una noche para temblar que giró radicalmente hasta terminar vuelta del revés. Uno a uno, el Madrid marcó cinco goles en menos de 50 minutos y dejó resuelta la eliminatoria.

Para el Liverpool, aquel partido señaló algo más que su eliminación. Le dejó marcado. Destruyó su aura, y esa pérdida suele tardar en recuperarse. Pasó por el Bernabéu y pareció un gatito, un equipo cualquiera, sin fiereza, decaído. Un equipo en las antípodas de lo que ha pretendido Klopp desde que llegó al Mersey, como si el Madrid le hubiera robado el alma.

No hubo impresión de remontada en ningún momento. El Liverpool no estaba para proezas. Sus famosos jugadores, y había unos cuantos, funcionaron como medianías del fútbol. El imperial Van Dijk de otros tiempos, es ahora un central vulnerable, medio envejecido. Los fichajes –Gakpo y Nuñez– no dijeron nada, aunque al uruguayo se le nota una rebeldía conveniente. Todavía no hay decisión del jurado con respecto a su futuro en el equipo. A Salah le tocó asumir el triste papel de futbolista superior en un equipo intrascendente. Qué duro es ese papel y qué soledad conlleva.

El Madrid comunicó desde el primer minuto que no iba a cometer tonterías. Jugó con decisión y gobernó el partido sin problemas. Generó muchas ocasiones, disfrutó del encuentro y se procuró un nuevo chute de confianza en Europa, perfecto para afrontar la visita al Camp Nou, donde le espera un partido muy diferente al que disputó con el Liverpool. Hasta las tensiones entre las directivas reaparecen. Regresa a los noticiarios la posibilidad de la anulación de la comida oficial de las dos directivas, hermanadas como nunca en los últimos años. Es probable que este deterioro sea más formal que real, pero es otro de los muchos efectos del caso Enríquez Negreira.

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