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Koudelka

Koudelka - CD1

Gales, Gran Bretaña... En los acantilados de Aberystwyth, como emergiendo del mar, se asienta el abandonado monasterio de Nemeton. Estamos en 1898. Una joven médium llamada Koudelka Iasant siente una terrible atracción por aquel lugar. Alguien la está llamando, lo puede sentir. Una misteriosa y poderosa fuerza la guía hasta el monasterio, no puede resistirse a ella.

CD1

Al entrar por una de las ventanas del tejado, Koudelka ve al final del lugar, apoyado en el suelo malherido a un muchacho...

Muchacho: ¿Eres tu ángel?. ¿Ya vienes a recogerme?
Koudelka: ¿Pero qué estas diciendo?
Muchacho: Antes de llevarme contigo, e de acabar con... (alzando tembloroso una pistola)
Koudelka: Si ni siquiera puedes mantener con firmeza una pistola, ¿qué crees que vas a hacer?
Muchacho: Esa cosa necesita tres disparos más...
Koudelka: ¿De qué demonios hablas? (por su espalda aparece un ser demoníaco y la golpea contra unas maderas, dejándola atontada en el suelo)
Muchacho: (Le dispara un tiro y le pasa la pistola a ella, para que acabe con él)

Así de contundente empieza Koudelka, poniéndonos al instante en un combate contra un demonio de poca entidad y fácil de eliminar.
Al acabar con él, el muchacho se presenta bajo el nombre de Edward. Le sanas las heridas mediante un hechizo de curación. Intercambias unas palabras, y te enteras que Edward estaba aquí únicamente por las riquezas y las mujeres que rumores infundados habían creado acerca de la vida en este remoto monasterio. Pero una cosa les queda clara a los dos: Algo oscuro se esconde detrás de todo esto, y si quieren sobrevivir... tendrán que permanecer juntos.

Cuando retomas el control del juego armas convenientemente a ambos personajes, tu único camino para seguir avanzando es la puerta que tienes frente a ti, donde Edward estaba apoyado moribundo.

Estamos en la residencia del conserje. Del suelo coges una poción (destaca por su color rojizo). Intentamos abrir un portón dorado, pero nos informa que esta cerrado desde el otro lado y no hay posibilidad de abrirla. Así pues, no nos queda otro remedio que entrar por la puerta de enfrente del portón.