CD Leganés

El proceso de venta resucita el fantasma del Leganés argentino

En 2003 el Leganés fue protagonista de una farsa de venta a un empresario argentino que acabó con el descenso a Segunda B después de llenar el club de compatriotas.

JESUS RUBIODIARIO AS

El proceso de venta en el que se encuentra el Leganés ha rescatado de las catacumbas del recuerdo pepinero un infausto apellido de doble dirección que, asido a la historia del equipo, evoca el momento más duro de su pasado reciente. Como un lastre imposible de olvidar. Daniel Grinbank es decir lo que mismo que el Leganés de los argentinos. También equivale a sinónimo de tragedia, desazón, chapuza e incluso fraude. Tanto monta, monta tanto. Porque las consecuencias de aquella inexistente venta del club a un inversor extranjero en 2003 provocó el descenso a Segunda B esa misma temporada, una década de caminar por el infierno de la categoría de bronce y la sospecha endémica de los aficionados que lo sufrieron a que cualquier amago de compra allende nuestras fronteras es asunto del que recelar.

Tan profundo es el surco que dejaron aquellos meses en los 94 años de vida del Leganés, que Felipe Moreno, máximo accionista del club, se ha esmerado en recordar que los empresarios estadounidenses que negocian la actual compra de la entidad no tienen nada que ver con aquella aventura de catastrófico resultado.

Lo que quiero es que no se repita aquella situación de los argentinos y demás. Por eso hemos rechazado muchas ofertas. Algunas ni las hemos contestado. Pero esta gente es de otra manera. Es gente del mundo del deporte. Es gente que inspira confianza”, insistió durante la rueda de prensa pública que ofreció nada más terminar la temporada para explicar en qué situación se encontraba la venta actual.

De una compra ilusionante…

Para una generación de pepineros lo del Leganés de los argentinos es episodio de un pasado lejano. Lógico. Porque ocurrió hace ya 19 años. Más de un hincha joven acostumbrado a ver a su equipo codearse con los mejores (Garitano dixit) no sabe nada de aquella operación mezcla de fútbol moderno y cambalache noventero. De todo tuvo aquella película de terror en blanquiazul.

El relato arranca en el verano de 2003, cuando LaLiga descendió al Compostela a Segunda B por culpa de las deudas que tenía con sus jugadores. El Leganés, descendido el curso anterior a la categoría de bronce, era el primer equipo que tenía derecho a hacerse con la plaza que dejarían los gallegos siempre y cuando abonaran los 100 millones de pesetas (600.000 euros) que dejaron de deuda. Jesús Polo, entonces presidente y dueño del club, aceptó, pero lo hizo al tiempo que empezó a escuchar ofertas de compra del Leganés, cansado como estaba de tener que afrontar este tipo de gestiones él solo.

Daniel Grinbank (primer plano) y Jesús Polo en 2003CHEMA DIAZ DIARIO AS

En esas apareció Daniel Grinbank, un famosísimo empresario del espectáculo bonaerense que, al calor de la presencia del Leganés en Madrid, la capital, pensó que podía usar el club y el poder económico de la región para relanzar la entidad, llenarla de compatriotas y ascender a la élite. Sucedió todo lo contrario. Al menos en el resultado, no en el proceso.

Porque aquel Leganés hizo una limpieza de arriba abajo y se repobló con 15 argentinos, incluyendo el entrenador, Carlos Aimar (ex del Celta o Logroñés), y el director deportivo, José Pekerman. Tal fue la colonización argentina que sufrió el Lega ese curso, que más de uno pasó a llamarlo Leganés Juniors en un híbrido entre Boca y el club pepinero.

… a una farsa histórica

El caso es que aquel plantel mezcla de jugadores con calidad, pero también con más de un sospechoso, fue virando poco a poco hacia los puestos de descenso en un lento hundimiento sin su capitán al frente. Tras un Leganés – Real Madrid de Copa del Rey en Butarque (triunfo agónico de los galácticos por 3-4 en diciembre), Grinbank decidió que lo mejor era marcharse, decepcionado porque ni siquiera la visita merengue fuera capaz de llenar Butarque. “El Leganés no sería rentable ni en Primera” se atrevió a vaticinar entonces en un derroche visionario que los hechos han refutado.

En su huida, Jesús Polo dejó entrever que Grinbank se llevó la recaudación de aquel partido. “No sabemos qué fue de ella. Y acuérdese que semanas después Grinbank se fue”, confesó entonces el presidente del Leganés. Aunque puestos a confesar, mucho más gorda fue otra revelación: Que en verdad Grinbank nunca llegó a comprar las acciones del Leganés. “Daniel Grinbank nunca ha sido el dueño del Leganés porque nunca pagó un duro por mis acciones (…) Grinbank fue incumpliendo todas sus obligaciones económicas. (…) Todo esto podría haber sido peor si hubiese firmado la compraventa de acciones”, dijo en la rueda de prensa que ofreció al poco tiempo de la huida de Grinbank.

Farsa que Polo y su equipo trató de redirigir con nuevo entrenador (a Pekerman no le dejaron asumir el cargo pese a que luego fue seleccionador de Colombia o Argentina) e inyectando jugadores españoles en un vestuario que, sin embargo, ya estaba roto. Y pese a ello el equipo llegó a la última jornada con la estadística diciendo que era el que menos opciones matemáticas tenía de descenso.

Jesús Polo, durante la rueda de prensa posterior a la salida de Grinbank del Leganés en 2004.Sergio BarrenecheaEFE

El triunfo del Córdoba en Butarque (0-1) y una combinación dolorosa de resultados (incluyendo el ascenso del Getafe a Primera por primera vez en su historia) acabó mandando el proyecto a Segunda B y generando una depresión profunda de la que sólo se recuperó con el ascenso de 2014 a la categoría de plata. Una década de sufrimiento que, como una reminiscencia inconsciente, retorna ahora a primera plana de los pensamientos pepineros, aunque ni aquel Leganés era el actual, ni los actuales inversores tienen nada que ver con Grinbank y su gestión nefasta.

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