No es el VAR, es Musiala

Cualquiera al que el VAR hubiese quitado un gol por milímetros y además castigándole casi a continuación con un penalti no visto por el árbitro, estaría en su pleno derecho de estar cabreado. Nosotros lo estaríamos. Y lo estarán los daneses, desde luego, porque se van de la Euro habiendo maniatado por momentos a los anfitriones alemanes en su casa y ante su gente.

La punta de la bota de Delaney, la uña, casi, estaba adelantada, al igual que la mano de Andersen estaba separada del cuerpo y cortando un centro al corazón del área a pesar de que el árbitro no lo vio al principio. Se podrán echar las culpas al VAR o a quien haya cambiado este deporte para siempre, pero la legalidad de la victoria germana es total y no se debe a ningún favor arbitral. Es más, dándole la vuelta a la tortilla, qué hubiese pasado en otras épocas si una selección local se va por un gol en fuera de juego y un penalti no pitado. Imagínense.

La realidad es que el VAR es más justo para todos que injusto para unos pocos. La teoría conspirativa de que el árbitro siempre favorece al de casa en torneos así carece de sentido. Hace 40 años que un anfitrión no gana la Eurocopa, desde 1984. Y Mundiales, desde 1998. Habrá que buscar otra excusa para torpedear la victoria alemana, cimentada desde el sufrimiento, el orgullo y la aportación de Musiala. La tesis del VAR controlado, la del árbitro recibiendo obsequios después por ello, no cuela.

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