PAU GASOL, UNA LEYENDA LAKER

Garnett, Dwight Howard, Garnett

El tramo 2008-10 marca un momento de redención y gloria, con tres Finales y dos anillos, para Los Angeles Lakers, para Kobe Bryant... y para Pau Gasol.

LUCY NICHOLSONDiarioAS

El 7 de marzo, Los Angeles Lakers retirarán el número 16 de Pau Gasol, que se alzará en el techo del pabellón junto a, en púrpura y oro, algunos de los más emblemáticos de toda la historia del baloncesto: el 32 de Magic Johnson, el 33 de Kareem Abdul-Jabbar, el 8 y el 24 de Kobe Bryant, el 13 de Wilt Chamberlain, el 22 de Elgin Baylor, el 44 de Jerry West, el 34 de Shaquille O’Neal… Será un día histórico para el deporte español, el homenaje a unos años que cambiaron para siempre nuestro baloncesto, la cima del mejor de los nuestros y uno de los mejores jugadores europeos de toda la historia. Esta es la historia de los años, los títulos y la gloria de Pau Gasol en Los Angeles Lakers. Años de púrpura y oro.

PRIMERA PARTE: Lo primero, claro, fue el traspaso

SEGUNDA PARTE: Kevin Garnett, Dwight Howard, Kevin Garnett

Habían transcurrido poco más de tres minutos de partido en el IZOD Center de New Jersey cuando, el 5 de febrero de 2008 -ya madrugada del 6 en una España con los ojos abiertos de par en par-, Pau Gasol enlazó dos mates para estrenar su cuenta anotadora como jugador de los Lakers. El primero, tras un rebote ofensivo. El segundo, tras una de esas asistencias que se le caían de los bolsillos a Lamar Odom, un point forward, un ala-pívot de 2,08 con alma de playmaker que anticipaba el baloncesto que estaba por venir. Los Lakers ganaron (90-105) y Pau pasó de acumular faltas en el primer tiempo a producir 11 puntos y 5 rebotes en el último cuarto. Por si los Lakers tenían alguna duda sobre lo que acababan de añadir a su rotación. Acabó con 24 puntos, 12 rebotes, 4 asistencias y un 10/15 en tiros. Una válvula de escape que antes ni se imaginaba para días como aquel de Kobe: 6 puntos en 13 tiros, 7 pérdidas. Unos mejorados nuevos Lakers.

Con esa victoria, en mitad de la gira por el Este que cada año despeja en febrero el Crypto.com Arena (que para muchos siempre será el Staples Center) para la ceremonia de los Grammy, el Grammy trip, los Lakers se colocaron 31-16, la promesa de un futuro brillante en un Oeste con armamento nuclear (Mavericks, Spurs, Hornets, Suns…) y que conquistaron el 29 de mayo, cuando ventilaron por la vía rápida (4-1) a San Antonio Spurs. Un defensor del título agotado, que sufrió mucho (4-3) contra los Hornets y tuvo un solo día de descanso antes del inicio de la serie contra los Lakers. Tal vez por eso dejó escapar una ventaja de 20 puntos (45-65) en los últimos 18 minutos del primer partido: 89-85 final después de que Kobe Bryant pusiera en ventaja a los angelinos a falta de 23 segundos y Manu Ginóbili fallara un triple a falta de 10.

El 5 de junio, los Lakers iniciaron, cuatro años después de la última, en la que fueron derrotados por los Pistons, la primera de tres Finales de la NBA consecutivas. Fue en el regio y muy hostil Garden de Boston, donde la perdieron (4-2) doce días después contra los Celtics de Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen. Pau Gasol promedió en esa serie, de la que salió criticado por no igualar la dureza de Garnett en las zonas (y en el lenguaje corporal y gestual, seguramente), 14,7 puntos y 10,2 rebotes. Kobe anotó más de 25 por noche, pero acabó crujido en el infierno verde de la defensa de Doc Rivers, cartografiada por la tenacidad monacal de Tom Thibodeau, un estudioso que estaba a dos años de convertirse en head coach: Bulls, Timberwolves, Knicks ahora...

Las Finales cayeron por su propio peso en el cuarto partido, en Los Ángeles. Los Lakers salieron 2-0 de Boston pero ganaron el tercero en su pista (2-1). Y, todavía con formato 2-3-2 en la serie por el título (cambió en 2014 y pasó al actual 2-2-1-1-1), tuvieron una ocasión única para llevar la eliminatoria a la histeria del 2-2 en el cuarto partido. Ganaban 34-12 antes de cerrar el primer cuarto y 70-50 en el ecuador del tercero, antes de una aparición heroica de los secundarios de los Celtics hasta el 91-97 que, en esencia, sentenció una Final (3-1) que se cerró (4-2) con sal en la herida de los Lakers y fiesta grande (131-92, paliza grosera) en el sexto y definitivo partido en el Garden, donde no se ha vuelto a celebrar un título. Era el número 17 para los verdes. Los Lakers se quedaban 9-2, entonces, en once Finales contra su rival más odiado. Su némesis.

ANTONIO MARTÍN GUIRADO era corresponsal de EFE en Los Ángeles durante los años de Pau Gasol en la franquicia: “Aquella derrota del sexto partido con los Celtics fue una de las más duras de su vida, tanto para Kobe como para Pau. Recuerdo las palabras de Pau en el vestuario del Garden, dijo ‘no me voy a olvidar en mi vida de cómo me estoy sintiendo ahora mismo. Y esto lo que me va a ayudar a ganar’. Y así fue”.

PATRICK GREEN es director y aficionado acérrimo de los Lakers. Ha dirigido un documental, ‘Sincerely Los Angeles’ sobre los murales en honor a Kobe Bryant en las calles de L. A.: “Los aficionados de los Lakers somos incondicionales pero también exigentes. Aquí se han ganado campeonatos. Cuando perdieron de paliza ese sexto partido, la sensación era que el equipo nos había hecho perder tiempo que podíamos haber pasado en la playa, comiendo por ahí... Y claro, Kobe era intocable, pero Pau si era una diana más fácil para la ira después de ese partido. Y no fue justo. Físicamente, no pudo con los Celtics, que eran más fuertes y más chungos en esas Finales. Pero es que perder precisamente contra los Celtics... es el equipo que todo el mundo odia aquí, es como un bofetón del marido de tu ex. A la mierda los Celtics”.

JORGE GARBAJOSA es presidente de la FEB y excompañero de Pau en la Selección española: “En una carrera, con suerte tienes 15 años a máximo nivel, y ya es decir. De esos quince, que puedas aspirar a ganar hay siete u ocho. Que puedas aspirar a ganar, no que lo consigas. Por eso cada oportunidad que se te va, duele en el alma. Con 25 años duele, con 30 te mata. Así que la sensación que tengo es que sintió que había perdido una oportunidad y lo que hizo extremadamente bien, una vez más, fue convertir toda esa rabia, esa frustración, en gasolina para el año siguiente”.

MARTÍN GUIRADO: “La narrativa le hace daño en playoffs, especialmente en las Finales cuando tenía enfrente a Kevin Garnett. Él fue muy consciente de eso. La etiqueta de Gasoft, de blando, de que su baloncesto fino de estilo europeo no tenía nada que hacer con la fuerza de esa gente. Y eso iba implícito también en la tristeza que tenía tras la derrota en 2008. No era solo el resultado, le pasó factura también psicológicamente tener a los medios quejándose: ‘te ha bailado, ha hecho lo que ha querido contigo”.

ANTONI DAIMIEL es periodista especializado en la NBA desde 1995: “Si analizamos la psique de Pau, nos explica que es un tipo educado, a veces condescendiente, pero cuando tiene un objetivo, en este caso profesional, entre ceja y ceja, no desfallece y saca, de lo más profundo de su ser, el orgullo y la agresividad necesarias para superar el reto. Y ese reto era Kevin Garnett, porque era su ídolo, el cuatro versátil que Pau quería ser. Y era un jugador que le provocaba, le retaba desde que llegó a la NBA y cuando se enfrentan en las Finales. Garnett contribuye también a sacar al mejor Pau Gasol posible en cuanto, sobre todo, a dureza en la pista. Él no llega acostumbrado a la exigencia máxima de unos playoffs y unas Finales de la NBA. Era su primera temporada en los Lakers, la 2007-08, y llega bastante corto de carburante a la Final. Pero luego se prepara. Primero para Dwight Howard en 2009, el jugador más dominante a nivel físico de aquella NBA. Y luego otra vez para esos Celtics que eran muy duros, muy competitivos. Tenían el aprendizaje de haber sido campeones dos años antes y llevan al límite a los Lakers en 2010. Y Garnett... siempre se dice que solo hay un jugador con el que Tim Duncan, en sus veinte años en la NBA, no se llevaba bien. Y era Garnett”.

JORGE GARBAJOSA: “Pau hace nada más llegar a la NBA su famoso mate a Garnett. Si no eres duro, tú no vas así contra un jugador como Garnett, no chocas contra él y se la metes en la cara. ¿Rivalidad? El rival de Pau ha sido él mismo, ha competido para ser un poquito mejor cada día. Y eso es lo que le hizo tan grande”.

CHUS BUENO, ahora director general de Legends en España y Portugal, trabajó para la FEB y fue Vicepresidente de Negocio de la NBA para Europa, Oriente Medio y África: “Creo que hubo una primera fase de un chaval muy joven que se va a Memphis, que es muy delgadito y no llega a 100 kilos. Compite con gente que es mayor que él, y más fuerte físicamente. Podía parecer blando por ser un tío muy espigado, ¿no? Pero los que le habíamos visto competir en el nivel de selecciones ya sabíamos que no era así. Era un Pau que ya había dominado en Europa, que había ganado una Liga con el Barça, contra el Real Madrid y dando él una exhibición. Simplemente, tenía un nuevo reto, demostrar que también podía competir y estar físicamente al nivel de la Liga más dura del mundo. Al principio, y más siendo tan joven, le costaba con 100 kilos mover a tíos que pesaban 130. Y por eso igual lo de blando, pero el gen competitivo ya había demostrado que lo tenía. En un par de años cogió kilos, se hizo más fuerte y demostró a todo el mundo que no era blando, que era un jugador joven que estaba creciendo. Esa grandeza mental que tuvo con el mate a Kevin Garnett cuando llevaba tan poco en la NBA… ahí dijo ‘yo estoy aquí, he venido a competir y a quedarme’. Tenía que hacer una transición física, y era lo normal, como le ha pasado a muchísimos otros”.

JORGE GARBAJOSA: “Que Pau es blando... es que es un absurdo total. Te ponen la etiqueta... al principio te cabreas, luego te molesta, luego te da igual y luego te ríes. Una persona que es blanda no puede presentarse en Francia en una semifinal de Eurobasket y meter 40 puntos contra Parker, Batum, Gobert, Fournier... Puedes tener mucho talento pero eso no lo haces si no eres extremadamente duro a nivel físico y mental”.

PATRICK GREEN: “Hay un momento, sobre todo en las Finales perdidas, que la gente quiere que esté al máximo nivel todos los partidos, que sea más agresivo. Que si a veces podía hacer 30 puntos, 8 rebotes y 3 o 4 tapones, lo hiciera todas las noches. Y Kobe dijo aquello de que Pau había sido como un cisne blanco y tenía que convertirse en un cisne negro. Eso quería la afición también. Más agresividad, que fuera menos generoso, forzara más tiros... pero ese no era precisamente su juego. Su naturaleza no era ser el killer principal, y no tenía por qué serlo. Encajaba de maravilla con Kobe y con aquel equipo”.

JOSÉ MANUEL CALDERÓN jugó en la NBA entre 2005 y 2019 y fue compañero de Pau Gasol en la Selección española: “Yo creo que era algo que se decía más de los europeos, que parecía que eran pívots altos, delgados... Llegaban a la Liga y se generalizaba diciendo que eran blandos. Y luego cuesta quitarse esa coletilla”.

JORDI BADOSA fue ayudante de Pau Gasol durante sus años en Los Ángeles: “Ves la carrera de Pau y, salvo las veces que tuvo lesiones, él se pegaba. Le veías después de los partidos: marcas en las manos, moratones en la espalda, arañazos... ese era el juego de los pívots en la NBA. Pau tenía muy buena mano. Me acuerdo de que su familia le decía que se fijara en Dirk Nowtizki, que no tenía que meterse a la zona a pegarse tanto como él, y que eso le podría dar mucha vida”.

MARCO NÚÑEZ fue jefe de fisios en los Lakers y trabajó mano a mano con Pau Gasol durante sus años en la franquicia: “Nadie queríamos perder contra Boston en 2008, pero al mismo tiempo fue bueno para Pau, porque se dio cuenta de en qué tenía que mejorar. Es como lo que le pasó a Michael Jordan cuando perdía con Detroit Pistons. Y vio cómo le defendían, y supo que tenía que ponerse más fuerte para competir contra ellos. A Pau le pasó algo parecido, que se dio cuenta de que no se trataba solo de habilidad, que había que trabajar más también en las sala de pesas”.

Del dolor a la revancha con una hermosa escala

Aquella derrota en Boston fue una versión moderna del Memorial Day Massacre de 1985, el inolvidable (estuvieras en el bando que estuvieras) 148-114 para los Celtics en el primer partido de unas Finales que acabaron, sin embargo, ganando los Lakers. La herida de esa noche, y de esa serie que nunca fue suya y se escapó definitivamente en esos minutos fatídicos del cuarto partido, una remontada memorable de los Celtics, fue el carburante que alimentó una de las mejores temporadas de la historia de los angelinos: 65-17, un 79,3% de victorias. La marca igualaba la mejor (1986-87) del Showtime de los 80, el equipo de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y James Worthy. Y se quedó por detrás, solamente, de las 67 victorias de la 1999-00, Kobe y Shaquille O’Neal pisando a fondo el acelerador con la llegada de Phil Jackson, y las 69 de la 1971-72, la de los 33 triunfos seguidos, algo que no ha hecho nadie más. Era el equipo de Jerry West, Wilt Chamberlain, Gail Goodrich… y un Elgin Baylor que se retiró después de nueve partidos.

Entre la aritmética de su triángulo ofensivo y la precisión emocional de su libreto zen, Phil Jackson puso un lote ideal de secundarios (Derek Fisher, Lamar Odom, Andrew Bynum, Trevor Ariza, Luke Walton…) al servicio de Kobe Bryant (26,8 puntos, 5,2 rebotes y 4,9 asistencias) y Pau Gasol (18,9, 9,6 y 3,5). En playoffs, Jazz, Rockets y Nuggets quedaron atrás rumbo a unas Finales en las que no asomaron los odiados Celtics. Ni siquiera los Cavaliers de un LeBron James que ya era supernova. La NBA tardó un año en tener revancha del gran clásico y no pudo vender jamás unas Finales Kobe-LeBron que nunca estuvieron tan cerca: mientras los Lakers superaban a unos Nuggets muy duros, liderados por Carmelo Anthony y Chauncey Billups, los Cavs se estrellaron en la final del Este. Después de ganar 66 partidos, más que nadie, y de un 8-0 en las dos primeras rondas, no pudieron con la crecida de Orlando Magic, con Dwight Howard en formato caníbal.

Los de Florida superaron a Celtics y Cavs y fueron, finalmente, los sacrificados por la rabia de los Lakers: 4-1 en una Final en la que, pese a su superioridad, tuvieron que sudar. Kobe promedió 32,4 puntos y 7,4 asistencias. Pau, 18,6 y 9,2. Sobre todo, con Bynum minimizado por sus problemas de rodilla, controló al inmenso Howard. El 14 de junio, en Central Florida, se consumó el exorcismo. Kobe Bryant ganó su cuarto anillo, el primero sin Shaquille O’Neal, y se quitó un peso gigantesco de encima. Phil Jackson ganó el décimo como entrenador… y Pau el primero, para él y para el baloncesto español en la NBA. Borró cualquier rastro de Gasoft, las acusaciones de jugador con más talento que espíritu, y se situó en la nobleza, en el trono de la Liga. En la siguiente temporada, los Lakers bajaron a 57 victorias, menos que Cavaliers (61) y Magic (59) pero más que unos Celtics (50) que avivaron los rescoldos del campeón de 2008 y apearon a ambos, a LeBron y a Howard, rumbo a las Finales de 2010. Entonces sí la gran revancha, un nuevo capítulo de la historia interminable que construyó la NBA.

MARTIN GUIRADO: “Yo creo que en 2009 hay una sensación de alivio, de decir ‘ya he conseguido lo que pretendía en mi carrera, lo que todo el mundo esperaba de mí al llegar aquí. Ahora voy a disfrutar aún más porque sé que soy capaz. Puedo seguir dando más’”.

JORGE GARBAJOSA: “¿Si cambia cuando se convierte en campeón de la NBA? Sí, porque se le ve más feliz, satisfecho. Se ve que se ha quitado una espina. Pero es el mismo puñetero animal competitivo. En 2009, el Eurobasket que tenemos es salvaje, no lo pudimos pasar peor. Un triple suyo nos salva de irnos a casa con Gran Bretaña en el segundo partido… y veníamos de ser campeones del mundo y subcampeones de Europa y olímpicos. No se pudieron tener más dificultades, pero lo sacamos porque no éramos condescendientes con nosotros mismos”.

AMAYA VALDEMORO es, seguramente, la mejor jugadora de la historia del baloncesto español. Fue tres veces campeona de la WNBA (1998-2000) con Houston Comets: “El reconocimiento que te dan en Estados Unidos cuando ganas… en Houston, a nosotras nos conocía todo el mundo. A mí me paraba la gente por la calle, me invitaban a comer, a cenar… era exagerado. Y esas celebraciones en la calle, que aquí se empezaron a hacer de esa forma más tarde. Se paraban las oficinas, los trabajos… A mí esa experiencia me cambió mucho la mentalidad. Me hizo ser más ambiciosa”.

La madre de todas las batallas

Entre el 3 y el 17 de junio de 2010 se escenificó el capítulo doce de la gran guerra: dos años después, otro Los Angeles Lakers-Boston Celtics. Esta vez con los primeros, los que buscaban venganza, con ventaja de campo y como favoritos. Pero esos Celtics habían apeado a los dos mejores equipos de la temporada regular, Cavs y Magic, algo que solo habían logrado los Rockets de 1995, el equipo del que Rudy Tomjanovich dijo aquello de que nunca hay que subestimar el corazón de un campeón. En regular season, los Lakers ganaron por un punto en Boston y los Celtics, por un punto en Los Ángeles. En las Finales, se llegó al séptimo partido, donde los Lakers nunca habían ganado a su intimísimo rival. Lo hicieron, por primera vez. La tercera en total (9-3 en la cuenta) después del estreno en 1985, cuando el Doctor Jerry Buss, el hombre que ideó un imperio, por fin pudo respirar aliviado: “Este trofeo borra la frase más odiosa que había en nuestra lengua, que era la que decía que los Lakers nunca habían ganado a los Celtics”.

Ese séptimo partido fue una masa de presión asfixiante, nervios y agotamiento físico y mental. Ganaron los Lakers 83-79 después de remontar 13 puntos en la segunda parte. Kobe acabó con un 6/24 en tiros para 23 puntos… y 15 rebotes en una maraña constante de errores. Metta World Peace, el jugador que antes había sido Ron Artest, tuvo momentos heroicos cuando el equipo se desmoronaba y anotó, casi al final, el triple decisivo. Y Pau Gasol emergió titánico en plena batalla: 19 puntos, 18 rebotes, 4 asistencias. En las Finales, quitándose de encima por fin el fantasma de Kevin Garnett, promedió 18,6 puntos, 11,6 rebotes y 3,7 asistencias. El MVP fue Kobe, pero él jugó a un nivel no muy lejano, esencial en el decimosexto anillo de la franquicia, uno de los más saboreados y celebrados de su historia. Por las circunstancias, por el rival, por la atmósfera.

ANTONI DAIMIEL: “Fue una final muy larga. Muy costosa, trabada, agotadora. Todo el mundo, como profesional de la comunicación y comentarista de la NBA, sueña con que pueda haber una final Lakers-Celtics con un jugador español en uno de los equipos, y que encima que se vaya a siete partidos. Era una situación ideal a priori, pero recuerdo que fue un partido feo. Es tremendo que Pau, un jugador al que habían acusado tanto de ser blando, y de que brillaba en la estadística pero no tenía oficio, fue el más determinante de un partido en el que solo contaba la dureza, el sacrificio, el esfuerzo, la atención, la concentración. En el que todo el mundo estaba agotado. Es el jugador más influyente en el resultado de ese partido”.

PEPE MANTILLA es un periodista mexicano que lleva desde 1993 narrando (ESPN, KWKW...) los partidos de Lakers en español, para la comunidad latina de L.A.: “Recuerdo pensar que estaba viendo algo extraordinario en aquel séptimo partido. Los anillos que nos dan los Lakers no los tengo conmigo, están guardados en el banco porque tienen mucho valor para mí. Pero tengo conmigo un pisapapeles, que si le doy a alguien con él en la cabeza me llevan a la cárcel, que es una réplica precisamente del de 2010. De los seis que tengo, es el que más me gusta, es el título que más satisfacción me ha dado. Porque se le ganó a los Celtics, en nuestra pista y en un séptimo partido que fue cardiaco. Los Celtics son el gran rival, el equipo al que hay que ganar siempre”.

MARTIN GUIRADO: “Tenía claro hasta entonces que el partido con más ambiente que había vivido había sido el sexto del Garden en 2008. Fue ensordecedor, pero aquel séptimo en el Staples... fue como otro nivel. La gente estaba volcadísima, llevó a los Lakers en volandas, sacaron de donde no había. Recuerdo a Pau después en el vestuario, una foto de él sosteniendo el trofeo con cara de orgullo pero también de estar completamente muerto. La lluvia de champán... esa alegría es uno de los recuerdos deportivos más bonitos que tengo. Para Pau eran ya dos anillos, tener claro que había hecho historia. Para el baloncesto español pero también en Los Ángeles, en California, en Estados Unidos”.

JORDI BADOSA: “Pau se pega con Garnett, con Perkins, con Rasheed Wallace. Se pega con esos tres tíos todas las Finales. Para mí, a nivel de constancia y de mantener a raya a los otros, él fue el MVP de esa eliminatoria”.

MARTIN GUIRADO: “Derek Fisher jugaba un rol muy paternal en esa plantilla. Y recuerdo que, cuando me estaba yendo a casa y cuando iba amainando la cosa en el vestuario, vi una imagen muy bonita en el pasillo: Fisher y Pau abrazados, y Fisher gritando ‘¡lo hemos conseguido!’. Y Pau abrazado a él, como agradeciéndole su guía, su liderazgo. Creo que Pau siempre respetó mucho a Fisher y que este valoraba muchísimo el trabajo de Gasol”.

PEPE MANTILLA: “No creo que a Pau le importara tanto lo que decía la prensa, porque él siempre supo lo que era, lo que podía dar, dónde había llegado. Tenía tantos golpes y arañazos después de los partidos que yo le decía que parecía que le habían metido en un saco lleno de gatos negros, y él se reía mucho. Él nunca se achicó, siempre salía a darlo todo. La Final de 2010 fue muy dulce para todos los que teníamos conexión con los Lakers. Es el título con el que yo más he disfrutado y eso tiene mucho que ver con la actuación de Pau”.

PATRICK GREEN: “Ese anillo para mí es el más especial de los que he vivido, o al menos desde que en los 80 Magic y Kareem derrotaron por primera vez en unas Finales a los Celtics. Aquel séptimo partido fue tan intenso, madre mía. Nadie era capaz de meter un tiro y fue todo pura batalla en el barro. Y el triple al final de Metta World Peace... cuando iba a tirar todos empezamos a gritar ‘¡noooo, no no!’ y cuando lo metió todo el pabellón fue como ‘¡yeaaaaaah!’ y todo el mundo se volvió loco. Cuando ganan los Lakers, toda la ciudad se une. Hasta los policías se suman a la fiesta”.

En esos mismos playoffs, Gasol ya había evitado el séptimo partido en primera ronda. En el sexto, reboteó en ataque un fallo de Kobe y anotó en el último segundo para tumbar (94-95) a unos jóvenes y arrolladores Thunder que ya habían reunido a Kevin Durant, Russell Westbrook y James Harden. Estaba en un camino que se demostró imparable, en plena madurez y en el pico de su rendimiento. Un tramo de tres All Star seguidos con los Lakers (2009-11), la franquicia en la que después inició la inevitable pendiente cuesta abajo hasta su salida en 2014, a la que siguió un repunte tremendo en los Bulls (all star en 2015 y 2016) y una última parada entre San Antonio Spurs y Milwaukee Bucks. Como jugador de los Lakers, Pau disputó 429 partidos de regular season en casi siete temporadas. Fue titular en 422 y promedió 17,7 puntos, 9,9 rebotes y 3,5 asistencias. En playoffs jugó 93, todos como titular y con casi 40 minutos por noche en pista: 16,8 puntos, 10,1 rebotes, 3,5 asistencias y casi 2 tapones. Y dos anillos de campeón, claro. El cielo en las manos, un sueño en púrpura y oro.

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