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Egor Demin vuela alto después de su salida del Real Madrid

La NCAA está aceptando bien a Egor Demin, que destaca en el inicio de BYU. Y explota su candidatura al ‘draft’: “Tiene la atención total de la NBA”.

Egor Demin es uno de los nombres más calientes del comienzo de la temporada del baloncesto universitario masculino en Estados Unidos. El ruso se ha enrolado en la plantilla de los Cougars y está brillando con luz propia. En la Brigham Young University, conocida por las siglas BYU, un centro privado enclavado en el religioso estado de Utah, su nombre está pasando de lo regional a lo nacional, un salto que le está colocando remarcado con subrayador en las agendas de los ojeadores. Es, cómo no, lo que iba buscando cuando salió del Real Madrid el pasado verano, una opción que cada vez coge más fuerza entre los talentos del Viejo Continente cuando se ven en una tesitura como la suya.

Este joven, 18 años le contemplan, quedó vinculado a la cantera merengue en 2021. Había pasado por Trinta, una escuela de baloncesto en Moscú. Tenía bagaje familiar, ya que su padre Vladímir fue jugador en la élite de Rusia durante varios años. Con el Real logró el doblete en 2023 y 2024 en el ANGT, la Euroliga júnior, el gran objetivo del año para los encargados de disputarla. Llegó a debutar con el primer equipo en un encuentro de la Liga Endesa contra el Unicaja de Málaga. No había más hueco y tuvo que volar del nido.

Egor Demin no es el primero ni el único que se queda sin hueco en las plantillas principales habiendo hecho méritos. Las posibilidades que se han abierto en lo económico, además de la proyección educativa y deportiva, en el bàsquet universitario son otro ítem, además de la NBA, a tener en cuenta para que chicos en esa situación dejen Europa y hagan las Américas. En el Madrid ocurrió con Jan Vide, compañero de Izan Almansa, hace un año y ha vuelto a pasar con el pívot Ismaila Diagne, fichado por Gonzaga, en éste. El Barça no es ajeno: Jakucionis, perla lituana, despliega su ingenio en Illinois. Si bien los internacionales llegan a Estados Unidos en más dosis, el cauce es éste.

La apertura de curso es rompedora para Demin. Contar que además lo hace siendo un jugador de primer año, en cualquier universidad que se precie, es un mérito añadido. En los Cougars le catalogaban como uno de los mejores talentos jamás fichados y él no hace más que darles toda la razón.

De momento ha disputado cuatro encuentros. A 30 minutos de media por cita sale a 17 puntos, 7′5 rebotes, 2′3 robos y casi un tapón. Lo mejor es que lo refrenda con buenos porcentajes en tiros de campo: 55% desde el perímetro, 63% en el cómputo general (debe mejorar en los libres, únicamente encesta la mitad de los que ejecuta).

La universidad cuenta todas sus citas por victorias. Además de hacer números estos sirven para que Brigham Young escale en la clasificación de la conferencia, donde está el gran coco: Kansas Jayhawks, número uno del país. No hay mejor manera de presentar credenciales que la mencionada.

BYU va hacia delante. Egor va a su compás. Y viceversa. De cara al próximo draft, al que Emin podrá presentarse, el valor está subiendo como la espuma. ESPN le coloca dentro del top-10 cuando en ningún momento había aparecido tan alto en esas predicciones; Jonathan Givony, uno de los analistas en esta parcela, le describe así: “Pocos ‘freshman’ han sido tan impresionantes como él, que está utilizando una tremenda plataforma como BYU para lucir su superlativo tamaño, una visión de juego espectacular, acierto en el tiro y un talento en todas las facetas aunque de momento se haya encontrado competencia de bajo nivel. Tiene la atención total de la NBA y va a ser examinado muy de cerca”. Es el segundo europeo mejor ranqueado por detrás del francés Nolan Traoré en un año en el que la primera plaza para echa a medida de Cooper Flagg (de la factoría de Duke). Demin es un base al estilo de la NBA, frondoso por sus 206 centímetros y con buen manejo de balón y espacios, al que parece que no asustan las alturas.

En el Madrid no tuvo sitio en el base pese a la marcha de Carlos Alocén. A la retirada de Sergio Rodríguez le siguió la incorporación de Andrés Feliz, puesto por puesto, y Mateo prefirió tener a otro compañero de generación, Hugo González, como joven al que ir introduciendo en la plantilla principal.

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