Quarterbacks de segunda mano

Mariano Tovar


Mi coche actual me costó 300 euros. Es un Peugeot 205 que le compré a un amigo de uno de mis hermanos. Lo vendía porque en su trabajo le daban un coche de empresa muchísimo mejor y no lo necesitaba.

El coche tenía casi 200.000 kilómetros cuando lo compré. Ya le he hecho otros tantos. Y lo que te rondaré morena, que hasta que no se le caigan las cuatro ruedas o reviente el motor, tiene que aguantar como sea.

El caso del 205 no fue un experimento aislado. Desde que me saqué el carnet de conducir, hace ya muchísimos años, siempre he tenido coches de segunda mano y lo más baratos posible. El primero fue un Reanult 5 que jubilé en muy pocos meses, porque estaba hecho unos zorros. En cada curva cerrada parecía que iba a salir volando por culpa de la fuerza centrífuga. Tenía la misma estabilidad que un borracho.


Desde entonces fueron pasando coches con cierta regularidad. Casi siempre me costaban más los trámites con Tráfico y el cambio de titularidad que lo que me pedía por él el anterior propietario. En ocasiones me timaban, y lo tenía que enviar al desguace en poco tiempo, pero también conseguí auténticos chollos.

El mejor fue un Ford Escort que terminó bautizado como el Halcón Milenario. Era un coche duro como una roca. Se lo compré a un ganadero que lo usaba para ir al campo tras el rebaño con él y que había dañado la dirección después de llevarse por delante una vaca. El coche estaba destrozado y por eso me lo dejó tirado de precio. Lo llevé a un taller de un amigo, arreglaron la dirección y el frontal, cambiaron el radiador y la amortiguación, y conseguí un flamante cochazo al que le hice la friolera de 600.000 kilómetros en los años siguientes. Iba como un tiro, era cómodo, consumía poco, tenía un maletero razonable y recorrí con él toda España, además de alguna escapadilla por Europa. El mejor coche que he tenido con diferencia.


El Halcón Milenario era impresionante. No se estropeaba nunca y jamás me dejó tirado. En una ocasión me lo robaron, y apareció un par de meses después. Unos camellos lo estaban usando para vender droga y fueron detenidos después de una persecución durante la que hicieron polvo la carrocería. Cuando me llamaron de comisaría para decirme que había aparecido, me sentí como si lo hubieran liberado de un secuestro. Desde entonces siempre conservó los abollones como un recuerdo de la aventura. Otra de mis premisas es que en un coche se arreglan las piezas importantes. Jamás he gastado un duro en chapa o embellecedores.

Y un día, después de muchos años, el Halcón Milenario dijo basta, le llevé al desguace con gran pena, y seguí buscando desechos de tentadero a los que devolver a la vida.

Esa teoría con los coches me ha llevado a situaciones curiosas. Por ejemplo, el guarda del garaje de uno de mis trabajos me dijo en una ocasión que le habían comunicado que no podía seguir aparcando allí. Desentonaba con el resto de los vehículos y dejaba charquitos de aceite. Le dije que me parecía fenomenal, pero que si no les gustaba mi coche, que me compraran otro. Me enfadé tanto que nunca más volvió a hacerme ningún comentario.


No es que sea un tarado. Por supuesto que me encantaría tener un flamante coche nuevo, pero prefiero invertir el dinero en otras cosas que para mí tienen más prioridad (por ejemplo, mis dos bicicletas actuales costaron más que cualquiera de los coches que haya comprado nunca). Además, lo quiero para ir y venir todos los días del trabajo a casa, de la Sierra a Madrid. No necesito nada más grande. Otra de las ventajas de usar este tipo de coches es que llevo años sin una multa de tráfico, y eso que me encanta meter zapatilla, pero por mucho que apriete el pie difícilmente supero el límite de velocidad, aunque el ruido y las vibraciones provoquen en los eventuales pasajeros cierta desazón. La sensación de velocidad en mi actual 205 a ciento veinte por hora es muy superior a la de cualquier coche nuevo muy por encima del límite. Cuando tengo que hacer un viaje largo con toda la familia tengo dos opciones: o alquilamos un coche grande para esos días, o vamos en dos cochecitos, el de mi mujer (que es por el estilo) y el mío. En uno van los niños y parte de las maletas; en otro, el resto del equipaje y las bicis. Las cuentas me siguen saliendo.

Viendo la NFL durante la agencia libre he confirmado que no soy el único que aplica la teoría del coche desahuciado de segunda mano. Los Bills se han comprado un Kolb y los Raiders un Flynn. Dos utilitarios baratos y de bajo consumo a los que pretenden sacarle todo el jugo.

Después de varias temporadas en las que el draft proporcionaba estupendas añadas de quarterbacks, esta vez no parece que haya nada especialmente ilusionante. No es que sea un solar, que siempre hay alguna joya escondida, pero ningún nombre parece merecer el esfuerzo de una primera ronda alta. Por eso, el futuro de los equipos sin un buen QB en la plantilla parecía negro. Deberían esperar doce meses para encontrar la solución para el problema.


El revuelo formado por Matt Hasselbeck fue una buena prueba de lo que os cuento. Duró en la agencia libre lo que una tarta en la puerta de un colegio. Recibió en pocas horas ofertas de casi una docena de equipos, Bills y Cardinals entre ellos. Al final se decidió por los Colts (y que alguien me explique por qué diablos le dejaron escapar los Titans para terminar sustituyéndolo por Fitzpatrick).

A partir de ahí, hemos vivido una ruleta de cambios entre los pobres que no tienen un cochazo en el garaje y están obligados a tirar de un segunda mano, cruzar los dedos y esperar que el motor aguante toda la temporada y no se gripe a las primeras de cambio. Los Colts, con Hasselbeck en la buchaca, pudieron prescindir de Stanton, que se fue a los Cardinals para sustituir no solo a Kolb, sino también a Skelton. El segundo sigue en el concesionario, pero el primero viajó a Buffalo para ocupar el puesto del ya nombrado Fitzpatrick y cerrar este círculo. La otra cadena la formó Alex Smith cuando viajó a Kansas City para suceder a un Cassel que terminó en los Vikings. Ahora creo que en Minnesota se tiran de los pelos. Quizá se precipitaron en fichar a Cassel viendo que luego ha paseado por la pasarela algún tipo bastante más atractivo.

Los anteriores no son los únicos. Los Bears decidieron quedarse con McCown como segundo y enviaron a Campbell de viaje a Cleveland para que ocupara el puesto de McCoy, que enseguida recaló en los 49ers… para cerrar así la cadena que había empezado Alex Smith.


La guinda de todo lo anterior la puso Matt Flynn, que a principio de semana viajaba a Oakland desde Seattle para que los Raiders le dieran una patada a Palmer que le envía directamente a Arizona… donde competirá con Stanton.

Lo más sorprendente es que los Jets no hayan entrado en ninguna de estas cadenas. Mark Sanchez solo tendrá que competir con David Garrard, lo que casi asegura que el jugador de apellido hispano podrá seguir un año más su particular labor de demolición de una franquicia de la NFL.

Pero me dejo ya de trabalenguas, en forma de nombre de quarterbacks, que me empieza a doler la cabeza.

¿Y qué me parece todo esto? Lo de los Jets y los Titans me parece insalvable. Lo de Palmer a los Cardinals una buena decisión para sobrevivir en 2013 y continuar la reconstrucción. Lo de Alex Smith a los Chiefs un movimiento arriesgado pero que podría funcionar a largo plazo. Igual que dije que Smith era insuficiente en los Niners, creo que puede ser un factor muy valioso para un equipo que casi empieza de cero.


En estos casos siempre me acuerdo de Rich Gannon, un QB que se pasó once años ¡once! dando vueltas y revueltas por la NFL, como un coche de segunda mano que nadie quería, para convertirse en gran estrella durante su impresionante etapa crepuscular en los Raiders. Alex Smith podría sorprendernos en Kansas City, ¿por qué no?

Pero como siempre, inasequible al desaliento, creo que los dos mejores movimientos son los de Buffalo y Oakland. Kolb y Flynn.

El primero ha jugado media temporada extraordinaria en Arizona con una línea formada por espías del enemigo. Su único ‘pero’ son las lesiones, pero es difícil terminar sano con el aluvión de sacks que sufrió. Sigo pensando que Kolb es un QB muy bueno que solo necesita ser plantado en el jardín correcto para florecer en la NFL. Mucho cuidado con él en los Bills, que además siguen teniendo una buena plantilla que año tras año rinde muy por debajo de sus posibilidades. Quizá el nuevo QB sea el detonador que necesitan para explotar.


Sobre Flynn tengo menos argumentos en los que apoyarme. Simplemente es un pálpito. La sensación de que el tipo que tanto me gustó en un par de partidos tiene que tener muchos ases escondidos en la manga. Su competición con Pryor por la titularidad puede ser una de las más interesantes en los campus de verano.

Yo, como usuario compulsivo e irredento de coches de segunda mano, sé de sobra que funcionan, que son baratos, que cuando se estropean no es ningún drama, porque los puedes enviar al desguace sin inmutarte, y que te pueden llevar hasta el fin del mundo si los mimas. Cuando mi actual 205 exhale su último aliento de humo por el tubo de escape, no me importará cambiar de marca. Incluso me compraría un Kolb o un Flynn, aunque solo fuera por darme el gustazo.

Y a todo esto, Orton dormitando en Dallas. ¡Qué vida más perra!

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl

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