El sueño de Raquel Welch

A finales de los 60’ un conocido periodista español daba sus primeros pasos en la profesión. Tenía veintipocos años, medía casi dos metros y quería comerse el mundo. Trabajaba en una revista que le envió a cubrir la visita a España de la actriz Raquel Welch, que venía a promocionar la película “Hace un Millón de Años”. Nuestro protagonista acudió al Hotel Ritz donde la sex symbol del momento iba a dar una conferencia de prensa multitudinaria. Después había acordado una entrevista personal exclusiva para la revista en la que trabajaba. Hablar inglés perfectamente había inclinado la balanza a su favor a la hora de elegirlo frente a otros periodistas más veteranos y experimentados.


El caso es que a media tarde llegó al Ritz, asistió a la conferencia de prensa y, tras terminar, se quedó sentado tranquilamente en el salón de actos esperando que la diva le concediera la entrevista.
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Después de un rato, el representante de la actriz le llamó a una salita donde iban a mantener la entrevista. Nuestro héroe, temblando de pies a cabeza, entró en la habitación y se quedó anonadado ante la belleza de la Welch. El caso es que comenzó a hacer preguntas, se vino arriba, se puso simpático, a ella le hizo gracia y el asunto se fue alargando. En un momento dado la diva le propuso cenar algo mientras continuaban la conversación. Él aceptó encantado. Cual sería su sorpresa cuando descubrió que no cenarían en el restaurante del hotel, sino en la suite de la actriz.
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Tras la cena siguieron hablando y… él se despertó, a la mañana siguiente, en una suite del Ritz, con Raquel Welch retozando a su lado.
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Yo le escuché contar la historia en diversas ocasiones. Siempre la oía fascinado. No tengo espacio, ni habilidad, para rememorarla con la riqueza de detalles y el humor con que la contaba éste periodista. Al final yo siempre le preguntaba lo mismo:

- Y al salir del Ritz ¿qué hiciste?
- Me fui a confesar.
- ¿Qué dices, estabas arrepentido?
- ¡Qué coño arrepentido! ¡Quería que se enterara hasta el cura! Si llego a estar casado se lo cuento hasta a mi mujer. ¿Cómo me podía nadie echar en cara haber hecho submarinismo bajo las sábanas de la mujer más bella del mundo?
- ¿Y cómo te atreviste a algo así?
- ¿Atreverme? ¡Pero si prácticamente fue una violación! Yo era un chavalito imberbe que jamás hubiera podido soñar con tocarla… ni con las cosas que hicimos durante aquella noche.
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Luego, tras acabar de contar la historia, siempre se quedaba pensativo; bebiendo un nuevo trago de una anécdota que nunca terminaba de contar, y nunca se cansaba de recordar.
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¿Y por qué narices os cuento esto? La verdad es que buscaba una anécdota para argumentar lo que significa hacer realidad un sueño. Luego, como casi siempre, se me ha ido la mano y he escrito tres párrafos más de los previstos.
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Porque la mayoría de nosotros, la noche antes de un partido o de una carrera, aunque sea una pachanga, tiene sueños húmedos con los goles por la escuadra que va a marcar, los triples que va a meter, los demarrajes que va a pegar y el espectáculo maravilloso que va a dar a los que tengan la suerte de contemplar su juego. En la cama somos como Kaká, Contador o Gasol. ¿Por qué no me haría yo profesional? Luego, cuando llega el partido, o la carrera, terminamos en la banda echando el bofe, o en medio de la cuesta más dura con taquicardias.
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Pero algunos elegidos de los dioses no necesitan soñar con hazañas. Y, si lo hacen, tienen la certeza de que pueden hacerlas realidad. Por eso me gusta tanto el football americano. En una jornada de la NFL se acumulan los momentos épicos. Ocurren cada semana y lograr alguno de ellos, aunque fuera en una pachanga entre amiguetes, nos daría a la mayoría de nosotros para horas y horas de historias de terraza y jarra de cerveza.


Y es que llega Kurt Warner y, a sus 38 años, completa 24 de los 26 pases que intenta para batir el récord de porcentaje de pases completados en un partido y, de paso, humillar a unos lamentables Jaguars. Y Jay Cutler se sobrepone a las intercepciones de la semana pasada venciendo él sólo a los actuales campeones con una actuación extraordinaria. Y Drew Brees acumula nueve touchdowns en dos partidos mientras los Saints comienzan a ser ‘el mayor espectáculo ofensivo sobre cualquier tipo de superficie’. Y Mark Sanchez sigue invicto en la NFL y juega durante la segunda parte ante los Patriots como si fuera un veterano. Y Frank Gore acumula 207 yardas de carrera, 39 de recepción, dos touchdowns y se guarda tantos balones de recuerdo de su increíble actuación ante los Seahawks que necesita una furgoneta para llevárselos a casa. Vale, es verdad, Hasselbeck, lesionado, no jugó en toda la segunda mitad, pero los 49ers de Singletary juegan requetebién. Y Favre consigue el récord de titularidades consecutivas (contando partidos de postemporada), completa casi todo lo que tira y se confirma como la pieza que le faltaba a los Vikings para luchar por el título ¿Soñará Brett con otro anillo? Y el eterno Ray Lewis se convierte en un tren de mercancías para atropellar a Darren Sproles y evitar una remontada que Rivers mereció, soñó y no pudo culminar. Pero para sueño convertido en pesadilla, el partido de Chris Johnson: 197 yardas de carrera para dos touchdowns, 87 de pase para un touchdown y su equipo pierde porque Schaub consiguió por fin el partido con el que siempre ha soñado: 357 yardas y 4 touchdowns. Y sólo os estoy contando alguno de los sueños imposibles de esta jornada.
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También hay sueños de mentira. Como el de Ochocinco. Sí, hizo el ‘Lambeau Leap’. Pero lo avisó con antelación, estuvo dudando mientras los árbitros daban como bueno su touchdown, y no se lanzó hasta que encontró a dos aficionados de los Bengals que parecían puestos ahí para la ocasión. Chad, los sueños no se cuentan. Tenías que haberte lanzado a la zona más caliente de la grada sin avisar. Eso sí que hubiera sido un sueño. Como hizo Terrell Owens en la estrella de los Cowboys ¡y dos veces en un partido! Ochocinco, lo tuyo ha sido una chufla.
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Así es la NFL. Incluso hay alguno que, cuando va hacia casa, piensa: “la verdad es que hoy me llevaría al huerto a la Bundchen”. Abre la puerta y la brasileña está ahí, esperándole en lencería fina.
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“…que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Ya lo decía Calderón de la Barca. Y eso que no conoció ni la NFL ni a Raquel Welch.
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mtovarnfl@yahoo.es
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