NATACIÓN | FUKUOKA 2023

Los Mundiales de la salud mental

La aparición de nuevas estrellas contrasta con ausencias como la de Dressel y Peaty, grandes campeones que han padecido depresión después de los Juegos de Tokio.

SARAH STIERAFP

Hace apenas tres semanas, en los trials estadounidenses, Caeleb Dressel, ganador de siete oros olímpicos y 17 medallas internacionales, se quedaba fuera de los Mundiales de Fukuoka. Lejos de sus marcas y de las finales, celebró su vuelta a la piscina como una victoria pese a la decepción deportiva. Pero su lucha no iba relacionada con los resultados. “No me preocupa el estado físico, pero si puedo mantener el estado mental que he tenido aquí, estaré preparado para la próxima temporada”, dijo el estadounidense.

Después de los Juegos de Tokio, donde ganó cinco oros pero no logró los récords mundiales que buscaba (50 y 100 libre), entró en una depresión profunda. Se encerró en su habitación y no quiso salir. “Fui duro conmigo mismo, me juzgaba”, comentó meses después, cuando intentó regresar y se clasificó para los Mundiales de Budapest. Llevaba dos oros cuando se disponía a nadar la final de los 100 libre. No lo hizo. Cogió un vuelo y se fue sin que la federación pudiera dar más explicaciones. Los fantasmas del pasado habían vuelto.

La historia de Dressel es similar a la de Adam Peaty, quien desde 2014 domina los 50 y 100 braza con puño de hierro. Doble campeón olímpico, el británico posee las mejores marcas de la historia en ambas pruebas, hasta que se le encadenaron distintos problemas personales (la separación con su mujer con la que tenía un hijo) y lesiones. Y apareció la depresión. Peaty no estuvo en los pasados Mundiales ni tampoco en Fukuoka. “Espero que cuando llegue a los Juegos Olímpicos esté con muy buena mentalidad, muy agradecido y, lo más importante, feliz”, proclamó.

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El bracista, que visitó el CAR de Sant Cugat en medio de su preparación, explicó recientemente sus problemas con el alcohol, que recuerdan a los que tuvo Michael Phelps entre los Juegos de Londres y los de Río. “Estuve en una espiral autodestructiva”, se arrancó el británico. “Tomé un descanso porque estaba en esta búsqueda interminable de una medalla de oro o un récord mundial y miré hacia el futuro y dije ‘Está bien, si lo logro, ¿mi vida está arreglada o será mejor?’ No”, recalcó Peaty. “Así que tómate el tiempo ahora para pensar realmente en quién eres, qué quieres de la vida y luego obtiene la medalla de oro”.

El propio Peaty, como Dressel, han descubierto después de ganar el vacío que se puede llegar a experimentar, como en su día le pasó a Rafa Muñoz, plusmarquista mundial de 50 mariposa y ganador de dos medallas mundiales. Después de los Mundiales de Roma, en 2009, sintió esa sensación y también pasó por situaciones limítrofes y autodestructivas. Peaty lo resume acertadamente: “Un muy amigo mío dijo que una medalla de oro es lo más frío que jamás usarás. Es lo más frío porque crees que solucionará todos tus problemas. No lo hará”, valoró en la BBC el pasado abril.

El nadador estadounidense Michael Phelps es inimitable y parece que su sombra de campeón se alargará durante mucho tiempo sobre la natación olímpica.Richard HeathcoteGetty Images

Los casos del pasado: Thorpe, Muñoz, Franklin y Meilutyte

La visibilidad de los problemas mentales, que puso en primera página mundial Simone Biles en los Juegos de Tokio, no es nada nuevo en la natación, pero los deportistas tardan menos en reconocer sus problemas, afrontarlos y superarlos. Años después, ya retirado, Ian Thorpe explicó su autodestrucción que le llevó al borde del abismo (fue ingresado por alcoholismo), mientras que otro caso reciente es el de Missy Franklin. La estadounidense ganó cinco medallas en los Juegos de Londres 2012. La Phelps masculina se llegó a decir de ella, una nadadora total con un físico privilegiada para marcar una época en la espalda, pero su mente no estuva sana después de sus primeros éxitos siendo una adolescente.

“En Río estaba en la mejor forma física de mi vida, había pasado por un gran año durante los entrenamientos, pero no sirvió para nada porque mentalmente estaba en un lugar terrible donde me sentía inservible, no tenía el control de mis pensamientos y daba igual lo mucho que me esforzara entrenándome. Estaba desconectada”, recordó en 2018, dos años después de la cita olímpica. Ya retirada y madre, ahora reconoce ser “feliz”.

Ruta Meilutyte es otro de los ejemplos. La lituana sí estará presente en Fukuoka y tiene opciones de medalla en los 50 y 100 braza. Con 15 años, sorprendió a la favorita Rebeca Soni en el Centro Acuático de Londres y se colgó el oro. No se lo creía. Era historia de Lituania. Llevaba entrenando a tope desde los siete años, dotada de una fuerza inusual que le hace tener un ritmo superior al de sus rivales. Pero con 22 años lo dejó. Bajó sus tiempos, se desmotivó y se deprimió. Ella confesó que sufría el burnout, del desgaste acumulado durante años de competición y que ha acabado con su carrera. “Quiero disfrutar de las cosas simples”, dijo. Cuando se sintió en paz, volvió. Y en 2022 fue campeona mundial de 50 braza. Un ejemplo para Dressel y Peaty, los grandes ausentes en Fukuoka.

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