— Oficialmente cuelga el bañador. ¿Ha aborrecido la natación? —No es tabú hablar de la natación y aún disfruto enseñando a los niños. Lo que es tirarme a la piscina y entrenar no me resulta necesario. Me sigo manteniendo en forma, estoy mejor que cuando nadaba. Hago crossfit, pesca submarina, un máster en dirección deportiva y un curso de catalán, que debo hacerlo para entrar en los Mossos d’Esquadra o en la Policía Nacional . Pero la natación se acabó. Ya no tengo objetivos.
— Usted pasó de compartir podio con Phelps en 2009 a encontrarse el vacío. ¿Qué ocurrió?— Hay gente que encaja bien el éxito y hay gente que no sabe filtrar bien todo ese tipo de halagos, y a los que no lo saben tienen que enseñarle, que darle un apoyo. Hay que formar al deportista en muchos sentidos.
— Y con usted no sucedió...— Nunca, ni lo hubo ni lo hay actualmente. Es algo muy necesario. Después de toda la repercusión que tuve en aquel Mundial (dos medallas) me puse en stand by. Aquello me ayudó a ver la vida de otra manera.
— ¿Cómo era ese stand by?— Pasé por problemas. Algunas noches cuando llegaba a mi piso bebido sí te pasaban cosas por la cabeza, incluso piensas en el suicidio . Pero en aquellos momentos había que tener la sangre fría, y la tuve. Engordé, llegué hasta los 100 kilos, pero finalmente pude volver a entrenarme y competir hasta quedar campeón de Europa.
— Thorpe o Phelps pasaron por situaciones parecidas, y también confesaron su idea del suicidio. ¿Por qué este tipo de historias en nadadores de élite?— No se puede comparar a lo mío. Su grandeza es mayor, aunque en resultados por país sí que nos podemos asemejar porque en España no ha habido nadadores con tantos éxitos internacionales o con récords del mundo. A veces pasan cosas que hacen que nos desbordemos y no sabes cómo afrontarlo. Te encuentras en la soledad, te has visto tan arriba y de repente caes por debajo del suelo. Es un tema a analizar e investigar.
— Y entonces apareció José Carlos Jaenes, psicólogo.— Fue primordial. Fue la llave maestra que me ayudó. Creo que esos cinco meses que pasé con él fueron clave, y que mucha gente necesita ayuda de este tipo para afrontar determinadas situaciones. Las obligaciones y los agobios pesan y te deprimes.
— ¿Y la Federación y el CSD?— Les importan más las medallas que el deportista. A mí me dejaron en casa sin poder ir a los Juegos porque no hice una mínima. Fui constante y siempre he estado dando el do de pecho, pero les da igual que por varias centésimas no logres la mínima. Nadie me ha llamado en el último año.
— ¿También pasó por problemas económicos?— Según los resultados te dan premios. Las pruebas olímpicas tienen un valor y las no olímpicas otro. Recibí una mierda, 3.700 euros, porque no había beca ADO para mi prueba de 50 mariposa. En ese momento te cuestionas muchas cosas. Podría haberme recompensado de otra manera, como yendo a los Juegos y motivándome para mejorar y seguir adelante. Al entrenador de Govorov (el nadador que más se acercó a los registros de Muñoz) le caigo en gracia y no entiende cómo no fui a Londres. Le preocupa y le indigna. España no tiene malos deportistas, pero hay que valorarlos.
— Antes del Mundial de Roma usted pronunció estas palabras: “No quiero llegar a los 28 para darme cuenta de que he perdido mil cosas por la natación: amigos, pareja... y no poder rectificar. No quiero sentirme culpable. No soy ambicioso. Y las cosas que me gustan no se compran”.— Ya tengo 28 años. Ahora tengo niño, mujer y ya no tengo la natación. No puedes estar ocho horas diarias y ser padre de familia. Inviertes un tiempo, que es muy valioso, y nadie me garantiza algo a cambio. Tienes que tomar una determinación. La Federación se lucra de mi imagen y de mi esfuerzo, pero eso no es proporcional a lo que le dedico y gano.
— Su récord del mundo de los 50 mariposa cumplirá en abril ocho años. — Esperemos que dure toda la vida. Me gustaría que llegara a los diez.