ALPINISMO

Los atascos llegan al K2

El 22 de julio, 145 personas hicieron cumbre en la segunda montaña más alta, y mortífera del planeta. Sherpas nepalíes, entre ellos Nirmal Purja, han trasladado el negocio del Everest.

El ‘turismo de los ochomiles’ parece haberle perdido el respeto al temido K2 (8.611 metros), la segunda montaña más alta del planeta tras el Everest (8.848) a tenor del vídeo que Mingma G, uno de los más reputados alpinistas de la etnia sherpa, ha mostrado en su Instagram. Atascos hacia la cima el pasado día 22. Una jornada en la que 145 personas llegaron a coronar. En toda la historia, desde que una expedición italiana hollara la cima por vez primera en 1954, sólo se habían logrado unas 400 cumbres. Y este año, la cifra se va acercando a las 200 en una montaña con un índice de un 29% de muertes. Sólo el Annapurna le supera en mortalidad (34%).

La misma fotografía que Nirmal Purja, el esprínter del Himalaya que rompió todos los récords al conquistar los 14 ochomiles en seis meses y seis días, tomó en el Everest en 2019 se repite ahora en el K2. Y entre los ‘culpables’ de ella están el mismo Purja y Mingma G. Los dos, en un grupo de diez nepalíes, lograron la primera invernal del K2 en enero del 2011. Una gesta. Y ahora, también los dos, han llevado su negocio al gigante pakistaní, liderando expediciones comerciales que tiran cuerdas fijas hasta la cima y llevan grandes provisiones de oxígeno. Purja también recogía en sus redes que el 22 de julio llevó con éxito a 33 personas a la cima.

El K2, que ya se ha cobrado tres vidas este año en tramos bajos e intermedio, tiene precisamente su mayor dificultad en la zona del atasco. El Cuello de Botella, a 8.300 metros, discurre por debajo de un enorme serac que puede desplomarse en cualquier momento. En 2008, un desprendimiento se llevó por delante a once expedicionarios. Esperar ahí es jugar a una macabra lotería.

Las agencias de guías nepalíes han ampliado su negocio desde el saturado Everest al K2, apoyados por otras pakistaníes. Y la congestión ha llegado a un escenario reservado, hasta ahora, a los alpinistas más experimentados e intrépidos. Estos días, los que pretenden subir sin botellas, esperan a que los atascos, que aumentan la posibilidad de accidentes, se despejen.

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