Pogacar salva el caos

La segunda etapa del Tour, y primera en pelotón, tendía un puente a la gloria. Y también a los infiernos. El Gran Belt. El paso elevado más largo de Europa, sobre 18 kilómetros, la unión entre las islas danesas de Selandia y Fionia, sobre el mar Báltico, estaba marcado en rojo como el punto caliente de la jornada, como una amenaza de viento, de cortes y de caídas para el gran grupo. De máxima tensión. La primera semana de carrera, ya saben, es una prueba de supervivencia.

El peligro se comenzó a olfatear en las proximidades del puente, donde retumbó la primera caída relevante. Rigoberto Urán, segundo en el Tour 2017, rodó por los suelos con el pelotón ya lanzado. En el peor momento. Más adelante, ya en el Gran Belt, sonó la alarma con un nuevo accidente, que en esta ocasión afectó al maillot amarillo, a Yves Lampaert. Los dos sucesos auguraban más nerviosismo, estrés, angustia… Quizá una escabechina. Pero el viento quiso ser benévolo con la visita rodante y sopló de frente. Un freno para el grupo y un alivio para los ciclistas. Urán pudo enlazar, igual que el resto de descolgados. El líder tampoco sufrió consecuencias. Y el parte de víctimas se redujo a la nada.

La montonera más aparatosa, sin embargo, se produjo a dos kilómetros de la meta entre las vallas, ya superado el puente, y alcanzó, entre otros muchos, a Tadej Pogacar. Sin secuelas a la vista. Dentro de la zona técnica, la transcendencia para la clasificación fue nula, porque no se contabilizaron los tiempos. Ahora habrá que esperar al parte de heridas de los implicados, aunque aparentemente hubo poco que lamentar. Pogacar, por cierto, había tenido antes un encontronazo con Christophe Laporte en la punta del pelotón. Las relaciones echan chispas entre el vigente campeón y los retadores del Jumbo.

El pelotón enfiló hacia la primera llegada masiva de esta edición sin mirar atrás, encabezado por esa máquina de coleccionar victorias llamada Quick Step. El propio Lampaert, totalmente repuesto de su caída, ejerció de lanzador. El maillot amarillo al frente. Una bella imagen de ciclismo. Su compañero Fabio Jakobsen, seguramente el mejor velocista del momento, hizo bueno el trabajo para estrenar su casillero en el Tour. El equipo belga suma así su segundo triunfo consecutivo, dos de dos, pero la alegría no pudo ser completa, porque Wout van Aert, segundo en Nyborg, arrebató el maillot amarillo a Lampaert.

La etapa tenía otro premio extra: el primer maillot de la Montaña. Por eso Pierre Rolland, un ilustre veterano, ganador en el Alpe d´Huez en 2011, se puso el traje de caza junto a Cyril Barthe, su compatriota y compañero en el B&B Hotels. Pero no iba a ser el día para este dúo. Otro depredador, Magnus Cort Nielsen, tuvo la misma idea, pero con la motivación añadida de correr en casa. El danés del EF Education, vencedor de tres etapas en la última Vuelta, se pegó un baño de cariño ante su numerosa afición durante la escapada, que luego repitió en el podio. Allí lució ese primer jersey de lunares tras coronar las tres cotas del día. La última de ellas, Karup Strandbakke, la celebró a lo grande, con los brazos en alto. Con el objetivo cumplido, y con los dos franceses previamente eliminados, el cuarto invitado a la fiesta, el noruego Sven Eryk Bystrom, lució la publicidad de Intermaché-Wanty en solitario ante sus vecinos de Dinamarca, hasta que el pelotón dijo basta... Hasta que el puente condujo a la gloria a Jakobsen y casi envía a los infiernos a Urán, a Lampaert y al propio Pogacar. Las etapas del Tour las carga el diablo.

Clasificaciones tras la segunda etapa del Tour